Curiosa existencia

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por @matutedale

 

1 Sin Internet

 

Hace unos días que Vodafone (empresa de telefonía en Europa) no me permite tener acceso a conectividad. Sí, son una empresa de telefonía pero no pueden hacer (según ellos) que me llegue Internet antes del 5 de agosto. Yo también me sorprendí.

 

Quejas de por medio, acá estamos. Último día en Ravello, tomando mate en una terraza con baldosas anaranjadas y viendo el mar y los pueblos desde la montaña antes de que atardezca. Qué privilegiada vista.

 

Hacía mucho tiempo que no estaba realmente sin Internet absolutamente y solo. Bueno, es relativo en el sentido que puedo ir a la plaza principal y conectarme con la red pública. Pero no desde la comodidad de mi habitación, por ejemplo. Esto me obliga, de alguna manera, a ser creativo. ¿Cómo entretenerme en esta situación sin estar scrolleando todo el tiempo? La desconexión que deseaba en algún momento llegó por imposición. Y hoy (tal vez) haya sido el día en que más solo estuve en todo el viaje.

 

Pensé, tal vez, este es un buen momento para abrir un blog de viajes. Ya llevo algo más de cuatro meses viajando y de alguna manera las decisiones me llevaron a esta terraza. Estoy mentalizando un viaje por el sudeste asiático más adelante que me incentiva mucho. De alguna forma siento que necesito preparación, que no quisiera lanzarme a ese mundo desconocido así, sin más. Claro que con semanas de práctica y ensayo viajando por otros lados la voy ganando (a la preparación me refiero).

 

¿Por qué viajás? 

 

A esa pregunta, no lo sé muy bien. (Intento matar a un mosquito pero pifio). Siento que hay decisiones que uno va tomando muy progresivamente, repitiéndoselo a la mente una y otra vez, y esos pensamientos se traducen en acciones consecutivas y decisiones que van acomodando mi vida para dirigirse hacia aquello que estoy pensando. Por eso es muy importante qué le decimos a nuestra mente, qué historia le contamos de nosotros mismos.

 

En fin, sigo sin responder la pregunta ja ja. 

 

"Parece que haya que tener un motivo profundo, razonado y fundamentado para llevar a cabo una acción, o tener un proyecto que lo justifique. (...) me apropio de la supuesta contestación que dio Mallory cuando le preguntaron por qué escalar el Everest: Porque está ahí.

 

(...) Creo que más bien se debe a haber atado cabos, a haber estado atento y abierto a las opciones de cambio que tenía ante mí. Eso y tomar la decisión de llevarlo a cabo es lo único. A todo la respuesta es la misma, ¿por qué no?"

 

Escribe Joaquín Labayen en su blog viajero Motor Bread acerca de por qué decide viajar por África en moto y fabricar pan.

 

Supongo yo que viajo un poco por curiosidad y otro poco por desafío. Siento que es un desafío personal, el hecho de hacerlo durante tanto tiempo, extrañar a mi familia y amigos, e incluso el lugar donde siempre viví. Los sabores, los sonidos, la dinámica, ese comfort que se siente tan rico de conocer algo, de pertenecer a un lugar. Claro que todo eso lleva tiempo y creo que se puede generar en otros lados también. La casa está en uno mismo, y viaja con uno. Sí.

 

La curiosidad por el mundo que me rodea. Por lo que está allá afuera. Así como cuando me sentí llamado por la actuación y pensé, yo quiero ser ese, yo quiero hacer eso. Un poco parecido me pasa con viajar.

 

Cuando veo viajantes con sus mochilas llenas de banderitas de lugares recorridos (que son recuerdos y vivencias en la piel), en desiertos, o junglas, o en festivales de otra cultura, comiendo platos exóticos, en ciudades impronunciables, bailando otros ritmos, conociendo otros paisajes. Me llama. Siento que conocer todo eso me da perspectiva, me hace más humilde y más sabio, me desarrolla otras herramientas. Claro que una cosa es pensarlo y otra hacerlo. En el hacer, sobre la marcha, surgen dudas, volantazos, inseguridades, y hasta miedos. Preguntas, arrepentimientos. Pero también hay hazañas, momentos de disfrute absoluto, regalos y sorpresas. 

 

Viajar es entregar la certeza de todo tipo de estructura y sostenibilidad, a cambio de un no-saber constante. Darse cuenta de que uno necesita realmente poco, y como en la vida (que también es un viaje) está llena de oportunidades y revanchas. Hacer algo “mal” es una fuente de aprendizaje que te abre el candado de nuevas experiencias. Equivocarse es crecer y decidir es ser fuerte. Hay que tomar decisiones, a cada paso. Y eso es lo divertido también de alguna manera, ya no estamos ensayando, es la vida.

 

Pensarme como arquitecto o diseñador de mis días (y en suma, de mi vida), o al menos, jugar con algunos factores a ver a dónde me llevan, me da responsabilidad sobre lo que me ocurre, tanto bueno como malo. Echarle la culpa a factores externos es algo que intento evitar (cuando me sale) para poder volver a tener el poder yo. No puedo controlar el afuera, pero sí puedo controlar qué hacer frente al contexto que me circunda. Nada nuevo, ¿no? Pero siento que nuestro sistema de defensa tiende a buscar culpables allá afuera. Y si bien puede haberlos muchas veces, ¿nos vamos a quedar en la queja o vamos a hacer algo?

 

Como siempre, escribir es algo que uno puede hacer para expresarse, pero no deseo que sea leído todo esto como un “saber” o una verdad que quiero compartir. Más bien como mi búsqueda, mis preguntas, mis “conclusiones provisorias” que me acompañan en el filtro que hoy puedo darle a “la realidad”.

 

Lo hermoso de encontrarse con personas, de coincidir, de compartir, de simbiotizarse, sea en unas pastas entre amigos, en unos mates, en una clase de escritura por zoom, viendo fuegos artificiales, charlando en la orilla, bailando, acariciando a un perrito, o charlando en la cama, o en el bondi, o en el laburo, o la facultad, es que nos regalan -sin necesariamente quererlo- un pedacito de su visión del mundo, de su concepción de la realidad (única e irrepetible). Cuando uno puede conectarse con alguien, conocido o desconocido, esa energía que fluye entre cuerpos es información que captamos y entregamos al otro. Por eso me encanta conocer personas, y tengo algunas favoritas cierto.

 

¿Por qué hago este blog?

 

De alguna manera, me da placer compartir mis escritos. No he encontrado la manera todavía, por eso, pruebo. La idea del blog me seduce, Ori lo ha hecho, Emile lo ha hecho, y me inspiran a hacerlo yo también. Para quien quiera leer, para quien guste de compartir esta intimidad tan particular.

 

Porque yo estoy acá, ahora, sentado, en un momento temporal y espacio geográfico determinados, pero vos estás en otro momento futuro (con respecto a “ahora”) leyéndome, también, en tu intimidad. O tal vez estás leyendo en voz alta. No sé, jaja. (Me da curiosidad cómo leerás la risa, o capaz la pasás por arriba, como concepto). Pero sin irme del punto (porque irme por las ramas es un poquito una afición a veces), esa forma de compartir tan particular de quien escribe y quien lee me gusta cada vez más. 

 

Yo, te cuento, estoy en una terraza en Ravello. Es un pueblito chiquito al sur de Italia (no tan al sur, pero relativamente diría que sí), en la región de Campania, queda en una montaña cerca de la costa amalfitana. A media hora en auto de Amalfi zigzagueando por sus caminos serpenteantes. El mate ya se enfrió, estuve escuchando un podcast sobre viajar por Asia. Y como una foto, en estas palabras se inmortaliza este instante (o bien se hace eterno). Detrás de los textos, existe hipotéticamente (o existió) quien lo haya escrito en un momento determinado. Y esas son algunas de las cosas tan hermosas que amo de los humanos. Detenernos a hacer cosas sólo por placer, o por significado para nosotros, para crecer, o como dice Lucre [para enriquecer el alma]. Por eso, el arte siempre me sedujo.

 

Más allá de que mis viejos se conocieron en una banda de rock, hubo siempre música en casa al palo en los parlantes, tuve una libertad enorme en la casa de mi nona para hacer lo que quisiese, y se me crió con ese espíritu, con los años le sigo encontrando una beta filosófica al arte que me sigue haciendo apostar a él. Y tal vez alguien piense, como dice Nacha, “cuáles fueron tus actos éticos y estéticos en esta vida, ubicate pendejo.” Y puede ser. No tengo ni 25 todavía. Pero es parte del proceso. Quizás este sea uno de esos actos, Nacha, por qué no. El del blog, digo, o la escritura, o el viaje.

 

Escuchaba en otro podcast de viajes por ahí que hoy en día no garpa tanto lo poético en las crónicas mochileras. Que la gente quiere ir más a lo concreto, cuánto sale el barquito a no sé dónde, cuánto cuesta hospedarse en tal ciudad, qué pueblos sí o sí hay que visitar, etcétera. Información específica.

 

Bueno, no sé si me interesa mucho eso. Es decir, sí. Pero no sé si forzarme a mí a eso, por ahora. Agrego el por ahora porque de chico creía que (un poco influenciado por la tele) “nadie resiste un archivo”. Pasá el tape a ver. Si dijiste algo ya te condena y nunca más podés cambiar de opinión. Qué triste sería, ¿no? Justamente creo (ahora) que la gracia es que uno vaya cambiando y abrace esa evolución, ser mejores. 

 

Pero volviendo, la poesía o las metáforas o las imágenes y sensaciones que me aparecen cuando escribo es algo que quiero conservar, y perdón a quienes quieran ir al grano, pero este espacio lo creo yo y es así. Bienvenides quienes lo disfruten y quieran aportar con su lectura e intercambio.

 

Es inevitable para mí quitar todos esos detalles que existen con la experiencia. Están ahí. Nos hacen ser personas. Son importantes. Hoy anoté en mi cuaderno de viaje una cosa que leí en una nota del celu:

 

“Todo lo que nos rodea es un espectáculo”.

 

Quizás un poco dramático, no sé. Pero qué lindo sería poder ver las cosas así, ¿no? Los problemas incluso, el caos, el desorden, hasta la máquina de hacer café, o el ponerse auriculares y escuchar música en un colectivo, o el mar, ni hablar. Sorprenderse a diario debería ser factible de no ser que metamos el tamiz de “todo el tiempo lo mismo, qué aburrido, no quiero ir al trabajo, tengo que pagar tal cosa” y así.

 

Tampoco digo de vivir asombrado por cada detalle, pero está bueno a veces dejarse llevar por la maravilla del mundo y de la vida. Y a quien le parezca cursi, qué sé yo. Es flashero todo. 

 

Y existe la desigualdad, y la pobreza, y la falta de oportunidades, y niños que no pueden acceder a una buena educación que a mi parecer es una de las crueldades más grandes  que existen porque es irreparable y tiene secuelas para siempre. Hogares sin amor, muertes injustas, hambre, persecuciones por creencias, hostigamiento, esclavitud, pedofilia, dictaduras, discriminación, gente tirada en la vereda e ignorada por todos, pueblos sin agua potable, bombardeos y guerras. Existe lo peor también. Es el mundo que tenemos, existe la luz porque también existe la oscuridad.

 

Estas son las reglas del juego y es el presente que tenemos. Creo que cada uno antes de juzgar debe hacer el ejercicio de preguntarse qué hace uno mismo para que éste sea un lugar un poco mejor. Y la posibilidad de arrojarse a descubrirlo. Vivir angustiado no quiero que sea mi elección.

 

Me doy cuenta que tocando lugares tan duros, todo lo demás pierde el sentido y cuesta seguir escribiendo. ¿Qué sentido tiene este blog? ¿Qué sentido tiene viajar? Y así con la pregunta que se quiera, mientras que siga habiendo una mamá que no pueda darle de comer a uno de sus hijos.

 

El mundo también es duro. La conexión con las personas, de la que hablaba más arriba, es algo que me da esperanza. Y así como están las cosas más terribles, también hay mucho hermoso dando vueltas por ahí. Personas que hacen pequeñas revoluciones en sus círculos o comunidades, familiares que luchan todos los días para ayudar a los que aman, amistades que se comparten desinteresadamente para elevar el ánimo y disfrutar de vivir, maestros que cambian el mundo educando, personas que fundan proyectos y esperanzan a otros a crecer, músicos que tocan el alma de mucha gente, personas que respetan y no hacen daño a nadie.

 

Depende de hacia dónde uno quiera ver. Lo bueno creo es observar las dos partes. (Aunque no todo es binario, más bien es todo un quilombo).

 

En este blog no hay conclusiones, más bien preguntas y pensamientos. Esto es un poco algo de todo lo que me pasa por la cabeza mientras acá ya se hizo de noche.

 

Hoy renuncié a un trabajo que estaba bien pago porque sentía que me chupaba el tiempo, y ahí era infeliz. Mi sorpresa fue cuando mis compañeros (quienes hasta entonces me trataban con cierta indiferencia) me manifestaron su pesar sabiendo que me iba. Al final nunca es todo tan malo.

 

Y si bien a veces podía haber chistes o situaciones divertidas entre medio, regalar 10 horas por día [de mis mejores años] sólo para recibir una transferencia en uno de los restantes 30 días que regalo, creo que no vale la pena. Vine acá para ser dueño de mi tiempo, en parte, y deseo descubrir de qué manera serlo. Esto no era para mí.

 

Así que nuevamente tengo que tomar mis cosas y marchar hacia lo que continúa. Hacia el no-sé. Un satélite se desplaza en el cielo de noche como un puntito blanco más, entre estrellas. Lo lindo de estar en un pueblo de montaña es poder ver estrellas.  

 

Y ahora me voy a bañar porque me está agarrando el fresquito, y a preparar la valija, cosa que me da siempre paja, pero bueno, es parte también de moverse y moverse. (Pd: No vas a entender nada de esto porque no sabés español, y aunque supieras tampoco lo leerías, pero gracias John por sugerirme quedarme una noche más en Ravello y tener tiempo para hacer todo tranquilo). 

 

Si leíste hasta acá, qué lindo. Es una manera exótica de conocer gente, el blog. Veremos. Pero me gusta.

 

Nos vemos en el próximo texto random que quieras leer, o sino en la vida real, o virtual.

 

No te olvides esta semana regalarte un momentito al menos para vos y disfrutar, que estamos vivos, vieja. Y como dice Brian, “en la tumba vamos a tener tiempo para descansar”. 

 

03 08 23

 

 

 


Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos (Mar del Tuyú, 2022)


2 Liguria

 

Mi tiempo en Liguria, mi mes y medio voluntariando en Costello, se comprime como acordeón y se expanden las vivencias que explotan dentro mío como pochoclos en una olla, como fuegos artificiales de sensaciones vertiginosas y emocionantes.

 

Son olas rompiendo contra el pedregullo de una costa escondida con una gruta donde dos jóvenes se masturban y se besan en una escena fílmica de ensueño con un paisaje que los espía con barcas pequeñas que surcan el mar de Liguria.

 

Es un plato gigante de penne rigate n° 72 con pesto alla genovese compartido por bocas extranjeras que se conocen en un encuentro suave como el cubrealmohadas con olor a lavanda de la casa de una abuela, íntimo como el contacto del apasionado al ciclismo con el barro de una ruta que le regala inspiradores paisajes, ojos curiosos que escuchan con amabilidad tierna o que todo lo quieren contar en esa búsqueda y sensación de sincronía con otras almas que por casualidad una noche se cruzaron por geografías remotas y costumbres ajenas.

 

Es una maquinaria férrea que trabaja incesantemente por seguir y seguir (caminar), motorizada con el continuo impulso de querer conocer y explorar. Es surfear y apoyar la espalda en la superficie de un mar en que confiás, confiás que te llevará a tu mejor destino, dejás de planificar con obsesión y te dejás guiar por los cantos y las voces que con imágenes majestuosas te impregnan la piel y los pelos se paran de escalofrío.

 

Los ojos de vuelta se ponen a jugar como dos hermanos pequeños en casa de su abuela, sin peligro, con creatividad, con asombro. Es un corazón adrenalínico que teme ser atacado por jabalíes en medio de un monte y no permitir que te coma la noche. Es un cordón umbilical que se corta y sangrás, y te desparramás en la sangre, te enchastrás todo, y te secás al sol, viendo un atardecer y sabiendo que mañana hay otra oportunidad y otra y otra y otra.

 

Es un espejo de agua que te refleja hasta los poros menos visibles y una apuesta en un casino, una carrera de caballos, una lluvia en medio de la montaña que te moja y te moja hasta que aprendas, que igual seguir caminando es la manera de comer una pizza calentita después.

 

La riqueza viene camuflada en unos jogging viejos y una sonrisa franca. Viene camuflada en un regalo, en un momento de paz, viene dentro de un mate, de un vino, en una conversación al lado de un puente, en un reconocimiento y en una sorpresa. 

 

Trasladarse a una nueva realidad torna al tiempo engañoso, confuso, pone el reloj en un microondas y distorsiona las dimensiones. La vida es una plastilina hecha de magia que se mantiene viva en tanto se estire y se amase, se tiña, se lance, se comparta, se amolde, se junte y se tuerza. 

 

Es una conexión espontánea e instantánea al hecho de estar vivos. Es (siempre) la perspectiva la que nos va a salvar. Mirar algo de tantos puntos de vista que sea un prisma inacabable con espejos que reboten centenares y millones de veces imágenes infinitas que se creen por azar, y se espeje por adentro, y desaparezca por que el prisma es todo lo que hay.

 

¿Cuánto tiempo es necesario para conocer una región de un país? ¿A partir de cuándo será que empecé a querer este lugar? Las decisiones a veces son trenes bala que cuando pasan te despeinan y te asustan, y otras veces son caminos serpenteantes que quizás no van para ningún lado. 

 

Y extrañás las capas de piel que cada lavado te va quitando, y los aviones siguen en el cielo. Saber de qué estás hecho, de quiénes estás hecho, te fortalece porque tus personas van con vos, tu país y tus crianzas también. 

 

Quienes vean tus dientes verán tus anécdotas, quienes vean tus cejas van a conocer una versión mochilera de vos, quienes vean tus piernas conocerán las montañas y el cielo con vos, quienes vean tu corazón, se vuelven inseparables en una fuente de cariño eterna. 

 

Volar aterrizando es una contradicción, y una contradicción es humana. Siempre me gustaron las excepciones del lenguaje. Los verbos irregulares. Esas palabras que se escriben distinto. Porque sí. Porque alguien decidió incumplir la ley gramatical y “se lo perdonaron”. Las excepciones son atractivas y problemáticas. Son engañosas. 

 

Cuando un viaje se convierte en una rutina, y un paisaje en una costumbre, y un compañero en un amigo, o un amigo en un amor, pedaleás con las manos y cocinás con los pies. Un lunes es un sábado y empezás a ser muchas cosas. A tener menos para tener más. Un pez que abre sus alas para planear en el vacío y un perro que trepa un árbol. 

 

'La lógica termina donde comienza la magia’ reza un libro que compré en El Bolsón y lo escribo en una cinta de papel que pego en una heladera en un hostel en La Spezia, muy lejos de casa, a un océano aprox., y así las cosas viajan.

 

Frecuentar personas que se mueven por deseo y mezclar todo. Leer en voz alta a un amor un poema del autor de una de tus obras de teatro favoritas, en el medio de una calle renacentista. Hablar de tus amigos, personas como todas, pero superhéroes anónimos, a miles de kilómetros de distancia, y tenerlos presentes con cariño. Aprender a protegerte y cuándo confiar, cómo disfrutar sin problemas, ayudar a quien puedas.

 

Y el cansancio se apodera de vos y necesitás dormir, todavía no sos un robot. Ir por día. Planear un hipotético negocio clandestino de tráfico de sánguches de milanesa con tu compañero de depósito, que es tu habitación, y reír adentrándose en los detalles marihuanos de una planificación marketinera que no existe. Hacer que dos huéspedes te preparen un flan que vos tendrías que haber hecho, y tener charlas largas con señoras grandes que viajan solas.

 

Escuchar con atención a los viajeros más grandes, más sabios. Disfrutar de un adaptador para conectar dos pares de auriculares al mismo tiempo y escuchar y cantar temones de rock nacional de los gritos, mientras personas genovesas miran a los dos extraños que van de la mano. 

 

Que se mezcle la amistad, con el pistacchio, con las montañas y los fotógrafos fake del siglo xxi que se pierden el atardecer y se conforman con la tragedia de tener que verlo en una pantalla de por medio que lo obstaculiza, porque además de sólo registrarlo se olvidó de que también lo podía ver. Que se mezcle todo eso con el tiempo, y con el lenguaje, y hagamos un licuado y un sánguche y una ensalada de frutas. 

 

Conocer las cosas que valoran de nosotros en otros lados, extrañar con la lengua los sabores de tu tierra natal. Seguir moviéndote por promesa y por anhelo. Y por goce. Escuchar historias conmovedoras e inspiradoras. Ver lo bueno de las personas. Ver lo malo. 

 

Encontrar la belleza en detalles impensados, hasta ir a tirar la basura en contenedores tecnológicos puede ser divertido, o compartir una canción linda a alguien que le escucha por primera vez, o hacer una receta para alguien. Un perrito costero que acompaña a dos pescadores, una poesía pegada en la pared, un pedazo de mármol blanco de Carrara, una postal con dedicatoria y verticales en un túnel. 

 

Son innumerables los recuerdos que me llevo y continúan, como no tengo espacio para albergar todo esto, decido crecer para tener más lugar.

 


Porto Venere, 2023


3 Roma

 

complicada desde el minuto uno,

nuestro reencuentro fue álgido 

te encontré peculiar, atractiva 

llena de turistas, calurosa 

fastidiosa y confusa 

pero me hiciste vivir cosas

que me hicieron crecer 

como viajero 

y no voy a olvidar en un buen tiempo

 

sos tragicómica 

vueltera, calesitera, misteriosa 

me estampé varias veces contra tu pared

pero después venías y redoblabas la apuesta

con algo inesperado para entretenerme 

 

cómo sos,

loquita 

 

no te lo tomes personal,

no pretendo faltarte el respeto

sos una ciudad histórica,

historiquísima,

pasaron muchas cosas 

(muchas)

y eso no se discute 

pero hablo de mi experiencia con vos

de nuestras citas y desencuentros 

 

fuiste a los extremos todo el tiempo

no conocés el balance 

tus calles son retorcidas y enroscadas

necesitás que te miren todo el tiempo

caminar, caminar, caminar

y cuando parece que ya está todo

sorprendés

porque todavía hay más 

todavía te va a pasar algo más 

 

me voy para volver más adelante

cuando el viento nos vuelva a encontrar

porque todos los caminos llegan a vos

así que creo que no me queda otra

 

me voy con una experiencia más sabia

y más profunda 

con anécdotas absurdas

e increíbles 

me recibiste como una vieja amiga

que se pone caprichosa 

pero que igualmente me ayudaste 

y estuviste siempre ahí 

 

este poema

que no es poema

es tan raro como vos 

 

y termina así

punto 

 


4 La Esponja

 

Qué extraño es hablarte así, por este medio, en este contexto. No sólo por la montaña, por este punto en mi cronología tan tan anecdótico, por lo particular, por lo entrañable. Por lo importante que sos para mí y porque nunca me había dirigido a vos. Menos en segunda persona, capaz ya te lo merecías. Menos mal que Leti lo sugirió, si no desconozco si me habría surgido. Las letras blancas en la pantalla como falta de costumbre -porque siempre escribo en cuaderno y papel- me hacen sentir que cierta información baja del más allá y permite este contacto entre nosotros sin que tenga que pensar. Los dedos escriben a la velocidad de los receptores sinápticos y yo soy un espectador de la información que en la pantalla a modo de píxeles me presenta.

 

En fin, sin más preámbulos, perdón la formalidad. Es que no sé cómo hablarle a una casa, no quiero ser descortés o irrespetuoso. La verdad, me has visto hacer de todo. Desde pegar sombreros en el techo, llenar la casa de ovillos de lana, disfrazarme, pasearme desnudo con peinados exóticos de espuma, cocinar con tierra y alguna que otra maldad de pequeño. Me has visto crecer, ir cada vez menos. Encerrarme a llorar en el baño chiquito cuando Nona me regaló su dijecito, ese leoncito con mi inicial, una forma de despedirse.

 

Me alegra que ahora seas un centro cultural. Y escuché que estás bastante de moda. Me alegra mucho que te hayas reinventado. El patiecito con las bandas la rompe toda, y el bar que pusieron en el taller tiene un estilo un poco exótico. No te voy a mentir, me cuesta verte en el futuro, las imágenes me llegan borrosas y difuminadas, como si te estuviera mintiendo, como si la idea se estuviera apoderando de mí y no quisiera mostrarse, no quisiera creerse. Pero me haría feliz que así sea. Has sido, también, un casa-fiesta, una casa-encuentro y una casa-multitud. Sos grande y estás en Floresta, así que tenés buen corazón. Digo yo, no sé. 

 

En el living, ahí irían todas las perfos. Artistas visuales que expongan, que usen las paredes para expresarse. “El amor es una cosa extraña”. “No me mires si no te di permiso”. “Abstenerse”. Serían algunos títulos de muestra. Y no, los artistas no serían pretenciosos. Serían genuinos. No habría nada prohibido (excepto amarte, diría Seminare). Bueno, digamos, cosas básicas de respeto, etcétera. Pero deseo que sea, que seas, un lugar de libertad, como así lo fuiste conmigo en mi corazón. Un lugar donde artistas puedan descubrirse y desafíen su porvenir, su creación, un laboratorio de arte donde prueben, donde se corra el límite, donde se desdibujen las definiciones y no se le tema a lo amorfo, a lo incasillable, a lo no-descubierto aún.

 

Los escaloncitos para los espectadores-artistas, curiosos por ver, por sentir, por compartir esos encuentros. Otros, miran desde la escalera de madera con una birra en la mano. 

 

El amarillo estimula mis mañanas. Pienso, no quiero sacar el empapelado del bosque, hay que dejarlo ahí, y tal vez en la mañana es un café. Y la gente viene a comer cosas ricas y disfrutar del sol en el patiecito, y tal vez la presentación de algún libro. Capaz algún evento para los amantes de la mañana, del olor a pasto recién cortado, y que ese jardín siga creciendo y nunca se detenga. Recovecos de personas usando el espacio para crecer y disfrutar. Ese no-sé-qué que tiene Buenos Aires y extraño tanto.

 

¿Te gusta ser un lugar? Porque ahora que le puedo hablar a los lugares se me ocurre… Suelo soñar con ese lugar. Revivir momentos que están pegados a las paredes, que se esconden en el techo, que murmuran entre las baldosas que se me aparecen en patios andaluces, que se secretean entre flores Acanthus Mollis (cucaracha) o la planta que tenía mi abuelo. Momentos que estuvieron vivos y contemporáneos con muebles, con polvo, y mesas y vasos que fueron testigos y siguen ahí. Esperando, observando la transformación y el paso del tiempo. 

 

¿Cómo se lleva un lugar con el tiempo? ¿Cómo te llevás vos con el tiempo? ¿Tenés miedo de dejar de existir? ¿Un lugar puede desaparecer o sigue existiendo siempre?

 

Si pudiera desearte algo, sin saberlo, es que te toquen con cariño, que conozcan tu magia y vuelen. Que te lleven de paseo, que te toqueteen, que te ensucien, que te rompan y te construyan. Que te llenen de vida otra vez. 

 

Me mojaba demasiado, me asoleaba, lloraba y muchas veces me apartaba. Ahora que no tengo un lugar fijo y me voy moviendo, ahora que no tengo llaves e intento practicar el desapego, sé que los lugares también viven en mí. No sé para cuántos lugares tengo lugar.

 

Me tomaría unos mates, revolvería un par de álbumes más, a ver con qué foto me encuentro. No me queda más que agradecerte por albergar tanto amor entre tus paredes, por cuidar a mis abuelos del frío de invierno y de la lluvia en verano. Por darles cobijo hasta el final. Por recibirme aniñado con estas mismas pestañas y la misma esperanza.

 

La calle principal era un centro de atracción. Siempre algo de lo que aprendí con vos va a reflejarse en mis futuros hogares, de alguna manera. 




Viajeros en Gjirokastër, Albania. Viajar solo... nunca estás realmente solo


5 toda la arena del mundo (2022)

 

Penetro lo vigente, huelo el porvenir y planifico mis sospechas.

Ése es mi mapa.

Ésa es mi certeza.

 

parte 1

El mapa me lleva a un lugar desconocido, que todavía no existe, pero ahí voy. No tiene indicaciones, no dice nada. No tiene referencias, ni criterios, ni escala, ni capitales, ni accidentes geográficos. No comprendo. Tomo el mapa y lo guardo en la mochila. Capaz más adelante lo pueda necesitar.

¿Cómo me preparo para ir hacia donde no conozco? ¿Qué voy a necesitar?

Saco una hoja y anoto: “Necesito...” Pienso por varios minutos. Y esos minutos se convierten en horas, en semanas que se lleva el viento sin que yo me percate, y me susurra algo al oído que no llego a divisar. ¿Qué me quiere decir? Siento una sensación en el pecho, nunca había sentido tanto vacío. Aunque esta vez es distinto porque no me angustia. Es un vacío que me abraza, un vacío que me esperaba, un vértigo que me cosquillea la panza y me devuelve al presente. No tengo pendientes. Observo el terciopelo rojo alrededor y me doy cuenta que este momento es especial, algo se me revela. Aprieto el asiento para percibir si es real. En la ventana, los paisajes se suceden con velocidad y sólo queda el frío impregnado; se me revuelve el nido de pensamientos enmarañados que me conquista y ahora me invade la angustia. Me doy cuenta que mi vida cabe en una mochila, o incluso en menos espacio. Las olas rompen al lado mío y la madera es un poco incómoda pero ya me acostumbré.

Pienso en las figuras que se borronean a lo lejos, en la inmensidad, en toda la arena del mundo.

Me acomodo la bufanda y me decido a anotar por fin:

“Necesito... un perfume y un cuaderno nuevo, con dibujos. Buenas anécdotas para contar. Anteojos negros y gorra para esconderme, por si acaso. Una foto con mi mamá cuando éramos más jóvenes”.

 

Está muy vacío todo todavía. Quizás una hora no alcanza. Quizás tendría que estar veinte horas anotando. Me pregunto cuántas vidas vivimos en la misma.

 

≈

Agustín, mateando, me mira desde el otro lado de la cabaña, con su jogging agujereado, cómo escribo desenfrenado palabras que van a morir en este cuaderno closeteado. Toma mate, ceba, sorbe, sostiene el porongo, se remoja los labios y me mira. Hace ruido con la bombilla y me distrae. No soporta que no lo mire, él siempre es el centro de atención. Con sus ojos oscuros, café, su belleza innata y aborigen, su peinado por default y el mismo buzo de siempre. Toma mate y piensa, y yo escribo, y el humito del termo se fuga con la luz que entra del ventanal en esta mañana fría.

El frío como denominador común en mi búsqueda, y Agustín ahora se echa para atrás y estira las piernas sobre unos troncos, como pidiéndome por favor que lo mire, que no deje escapar su postura desinteresada, exhibiendo su sencillez de recién levantado. Sus rasgos de simio canela arremeten de pronto cuando en un bostezo descuidado me muestra todos sus dientes blancos, y me encuentro inútil sin saber qué hacer ante el argentino despliegue de tanta belleza anónima. Agustín es tan hombre que ni se lo cuestiona. Salió del interior del país, y con interior me refiero a “de adentro”, de la tierra, de la yerba mate, del Litoral, de Misiones y Corrientes. Es seco pero simpático, y a la noche me lleva a bailar folclore. Cómo me gustaría bailar con él.

 

Ahora Agustín se va, desaparece, la cabaña se desvanece y estoy con Sofía, una gata blanca de ojos celestes que conozco en un atardecer solitario, lejos. Sofía no se llama pero este nombre me sugiere al acercárseme y ronronear. Sofía me regala un instante mágico que no puedo capturar porque se esfuma antes de poder abrazarlo. Como dos viejos amigos reencontrándose, añejos, en un recóndito lugar. Nada que pudiera decirse sería oportuno en este momento. Así que opto por el silencio. Y de nuevo, el tiempo frena. A cada paso, crujen las hojas otoñales que nos acompañan y los ojos se me inundan de naranja. Es un secreto que guardamos entre el bosque, Sofía y yo.

 

Sosteniendo la bici de alquiler, agradezco que tenga canastito de mimbre y ya comienzo a imaginar lo que sigue. No hay manera de que Sofía haya llegado hasta ahí. El frío nos penetra y luzco mi largo saco bordeaux que por tanto tiempo quise. Ahora le pongo una correa a Sofía y la secuestro, no quiero que le regale momentos así a nadie más.

 

Ahora, pum, Sofía es vieja y está en mi nuevo departamento. Llego de trabajar muy cansado y mi corazón huele el dolor que se avecina. Los ojos celestes se apagan y mi compañera de vida efímera ya es pasado también. Agarro el trapo para absorber tanta lágrima y salgo a un bar, porque voy a estar sin dormir. Y como puerta giratoria, me cruzo a Jeremías, que me lleva a volar por todos lados. Estoy feliz acariciando su torso desnudo y disfrutando la inexistencia de todo lo demás, condensada en un momento que quiero que Abril pinte en un cuadro para regalárselo por nuestro quinto aniversario, pero la culpa no me da sosiego porque mamá agoniza en una cama y yo estoy muy lejos.

 

La vida es imparcial, ella sigue, nos da y nos quita, y yo sigo sin saber qué poner en la valija. No quiero ser huérfano. Por más que me apure, no puedo evitar el atardecer, voy a toda velocidad pero llego tarde.

 

Perdón, mamá.

 

Mi hermano está irreconocible, su barba es tupida y cobre, conozco a Julián y me reconozco mal tío. Todo es diferente a como lo recordaba. No sé en qué país estoy, acá yo no nací. Ya no existe más. Me siento juzgado y triste.

 

¿Qué se hace después de la muerte?

 

Vuelvo en avión con el dolor más grande que alguna vez sentí. Una vez más, todo pierde el sentido y me envuelvo en la difícil tarea de encontrarlo,

 

antes de que la flor se marchite,

antes de que la llama se apague,

antes de que el río se seque.

 

 ≈

parte 2

“El primer paso es imaginarlo; si lo imaginamos juntos, en algún lugar eso empieza a existir. El conocimiento lo tenemos dentro, no hace falta mucho equipaje más que las historias que nos van a quedar para contar”.

Eso lee Lucre mientras veo brotar algunas lágrimas de sus ojos, como esas canillas que no terminan de cerrar bien, y en su emoción encuentro la mía y le agradezco por tantas cosas. Esas palabras le dije alguna vez, algún tiempo atrás, y hoy se resignifican con tanto tramo recorrido en este pedazo de papel arrugado que, con olor a tierra y letra desprolija, tiene más valor que un cuaderno nuevo.

Niños y jóvenes terruños miran la situación con curiosidad, sin temor a ser observados observando. A nuestro alrededor, la tierra rojiza se funde con el naranja del sol poniente y el polvo en el aire combina con la tranquilidad del pueblo. A un costado, el patio cubierto frío donde acabamos de dar nuestro tan querido encuentro de teatro, y digo tan querido porque fue quien nos unió, el teatro en primera instancia, a nosotros, amigos, hermanos, o compañeros de sueño; y estos encuentros, porque fueron y son la excusa para conocernos, para descubrirnos y viajar.

 

La sensibilidad es muy grande acá. O soy yo que estoy todo poroso y llorando todo lo que en la ciudad no podía. La gente acá mira a los ojos y no quita la mirada; habla poco, lo necesario, y sonríen con paz. Vinimos a dar una clase pero son ellos en realidad quienes nos dan, a nosotros.

Y cuando se vive la magia, las palabras sobran. En el camino, pedaleamos en silencio. Las lágrimas se mezclan con polvo, y las imágenes fluyen en mi cabeza, con gusto a tierra en la boca. Pedaleamos con ganas, con energía y sin apuro. Tranquilos, porque lo poco que juntamos con la gorra nos alcanza para tres noches. Y muchas veces una charla franca nos regala un plato de comida calentito, con recetas regionales y anécdotas que nos hacen crecer.

 

Nuestro país es grande, y una cosa es saberlo y otra, andarlo. Los kilómetros son abundantes y las personas, infinitas, incontables. Y tenemos todo el tiempo para recorrer. Hasta que nos cansemos, o hasta que la vida nos sorprenda.

 

Y llega un gran día donde llegamos y mágicamente hay gente esperando nuestro arribo, y mientras saludamos y sonreímos, los nervios me suben por el pecho como si fuera la primera vez.

 

¿Empatizarán?

¿Les parecerá divertido?

¿Será una linda experiencia?

 

Disfruto todo, pero debo decir que cuando veo la sorpresa en sus ojos, el disfrute, vale la pena. En la ronda final, viajan los mates y los comentarios acerca de algún ejercicio, de alguna imagen, de alguna sensación en el encuentro.

Me alegra saber que el arte puede ser el medio, y no el fin. Perseguir obsesionado algunas cosas durante mucho tiempo me hacía perder de lo sencillo, del ritual, del toque, de la risa.

 

En los ratos libres a veces escribimos. Tengo, finalmente, el cuaderno que buscaba. Es mi bitácora. Algunas veces lo presto, a personas especiales que me encuentro por ahí, para que lo llenen con sus palabras, sus imaginarios, y lo atesoro porque, de alguna manera, queda impreso ese instante cerebral-emocional de entrega, y con él, el espíritu de quien escribió, su sensibilidad y su historia puestas en juego en el papel y la tinta.

 

Viajar es como cambiar el filtro que interpreta; cambiarlo por uno que tiene otros órdenes, otras prioridades, y ahora lo valioso es algo totalmente distinto. Me afeito menos pero sonrío más. Hablo menos, pero escucho mucho más.

 

 ≈

parte 3

“Biografía significa la línea de la vida. Bio-grafía: el dibujo, la forma que dibuja la línea de la vida al desplegarse en el papel/tiempo. El tiempo de una vida como un dibujo que lentamente, día a día, se va formando sobre una hoja en blanco. Y la responsabilidad de que esa línea arme algo: una forma armónica, ordenada, coherente. La responsabilidad de que arme un dibujo”. Dicta Los llanos de Federico Falco y pienso, ¿soy yo el que dibuja esa línea o la línea me dibuja a mí? ¿Cómo es el dibujo que me gustaría?

 

Me siento atraído por los lugares lejanos, recónditos; por la belleza de trenes que atraviesan frondosos bosques hasta llegar a una humilde casa de té; por el olor a pan calentito saliendo del horno cuando todavía el sol se toma un rato más para aparecer. Me siento atraído por geografías donde la vida no se mide en billetes, más bien en huellas marcadas en la orilla de incesantes charlas de conexión.

 

- Che, amigo.

- ¿Qué pasó?

- A veces me lo pregunto a esto. ¿Cómo hacés vos para enriquecer tu alma?

- Para enriquecer mi alma. No sé, qué sé yo.

- Dale, pensalo.

- ¿Es para un trabajo?

- Dale, nabo. Te pregunto en serio.

- La nutro, supongo, de momentos de conexión. Aprendo cosas, como rico, bailo, te saco una foto y me cago de risa.

- Amigo, ¿qué voy a hacer cuando te vayas?

 

A mi despedida, escribo algunas cartas. En este caso le escribo a mi amigo andino, y dice así:

 

[ tu paso nunca otro,

energía y movimiento

tu sonrisa grande e imperturbable

enseñándonos que siempre se puede estar bien

 

tu mirada esquiva

y tus frases inentendibles, características

que nos llevan de viaje andino

y nos regalan una chelita

para alocar las mejores anécdotas.

 

tus ideas descabelladas

concretándose

y es que atraés cuerpos con la misma energía que das

sólo basta una madrugada de insomnio

y un par de corazones a los que esperanzás.

 

tu intrincada manera de dar cariño,

tu arito de bartender copado

y los polerones de Palermo.

 

es fácil abrirse con vos

te agradezco por avivar partes de mí

que quiero mucho.

 

te quiero mucho,

amigo andino. ]

 

Marchar es entender que dejamos algo atrás que no existirá nunca más, porque si volvemos, será diferente.

 

Marchar es apostar al porvenir sin pruebas ni evidencia, es caminar hacia lo blanco, sólo vos y tu cuerpo, tus vivencias y tus aprendizajes.

 

Marchar es despedirte de vos mismo para volverte a conocer. Es acceder a otras capas y arriesgarse.

 

Marchar es darle curso al cielo azul de la nostalgia y emprender viaje al mutable horizonte que nos aguarda.

 

Marchar es camuflarse con las hojas del árbol que caen y se acumulan, se confunden todas juntas. Es reflejarse en el espejo de agua y extrañarse. Es el vértigo de una carrera de autos con la precisión de un arquero y su flecha.

 

Marchar es alejarse del niño del pasado y de todo lo que conoce, es darse cuenta que nada nos pertenece, y a la vez, podemos tenerlo todo.

 

Marchar es tener las manos vacías para recibir los regalos que trae el viento, es hacer espacio para amar a nuevas personas.

 

- Che, amigo.

- ¿Qué?

- ¿Hace falta que te guarde cuarenta álbumes de fotos? ¿Por qué no las digitalizás?

- Haceme el favor. Te traigo lo que quieras.

- Me copaste el placard.

- Ésa es mamá de joven, y él es mi hermano. Ahí no sé qué pasó, pero nos habíamos tentado. Mamá sonreía mucho en esa época. Hacía unas tortas riquísimas para mi cumple. Y a mí me gustaba que me canten varias veces. Me dejaban robar los rocklets porque era el cumpleañero. Me despertaban con una canción fuerte en el parlante y me llenaban de regalos la cama. Y eso sólo por ser su hijo. Me hacían cartitas que decían todo lo que me querían para que sepa que siempre voy a contar con ellos. Mi papá lo filmaba con una filmadora vieja en mi habitación, toda llena de colores y juguetes. Nunca me faltó nada.

- Amigo, te emocionaste.

 

≈

Hay otro tipo de vida esperándome en otro lugar y me imaginaba que sólo podría empezar a vivir si descubría cuál era ese lugar y cuál era esa vida.

 


Lectura recomendada y hermosa: Los llanos de Federico Falco


Escribiendo un diario cotidiano un invierno con dermatitis en casa


6 Diario de invierno

 

Domingo 29

 

Despierto a las 10.30. Estoy entre basura. Tengo frío y me pica todo el cuerpo. Tengo terrible sarpullido que me va desde las piernas, pasando por el torso y llegando a los brazos. No sé si quiero ir a la clase de actuación de mañana, estoy atrasado con los trabajos y me da culpa tanto ir como faltar. Estudio italiano en los viajes en colectivo por una aplicación. Ayer llegué fumado a la casa de mi mamá y me peleé con ella porque necesitaba que me escuche y sólo sugirió que me haga el tiempo para ir al dermatólogo. Mi perrito con suéter es muy tierno y me hace bien acariciarlo, me relaja. Debería volver a la psicóloga.

 

No entiendo muy bien qué me pasa. ¿Será que tengo que dejar Buenos Aires? No sé. Finalmente tengo termo para llenarlo de stickers, lo esperé mucho tiempo. Me cuesta tomar decisiones, sobre todo cuando implican dejar una actividad. Ya dejé tres en lo que va del año; un musical infantil en que no tenía ganas de participar, una asistencia de dirección en un elenco que me trataba mal y el proyecto escénico con mis amigues, eso fue lo más doloroso, pero fue maduro hacerme a un lado.

 

Ahora mi ser creativo vaga en un dos ambientes tratando de comprender algo de lo que me sucede, de este momento de mi vida, de esta etapa. ¿A dónde irán a parar estas palabras? Cito un fragmento de texto que escribí en 2021, atravesado por una duda similar pero con más contención que ahora tal vez:

 

—

 

De las vicisitudes del mudarse solo y el no-saber de la existencia joven

 

¿Por qué esto es una obra maestra y esto no?

El texto en voz en off garpa. Que se entienda, poco y nada.

Cuerpos que se mueven como sombras esparcidas en el espacio escénico.

Mezclar todo lo que sé y desconozco en la misma creación.

¿Por qué no me atrevo?

¿Qué me falta?

¿Dónde está la confianza que tenía en mí?

¿Estas palabras van a morir? 

¿Qué hay después del éxito?

Y si no existiera la aprobación, los estándares, los productores, los críticos, la opinión.

Y si no existiera el miedo, ¿qué seríamos capaces de hacer?

¿Hasta dónde podríamos llegar?

¿Dónde está el yo atrevido, ese que triunfaba, que creía que triunfaba, y por eso, triunfaba?

¿Hay una sola manera de escribir?

¿Por qué patanes se creen con la autoridad de determinar los patrones del hecho artístico? ¿Acaso hay límites? Los que yo me pongo, seguro.

¿Por qué tanto miedo a saltar? ¿La aprobación de quién, quiero, exactamente, más que la mía?

¿A qué me aferro? ¿Qué me detiene? ¿Qué vibra en mí? ¿Qué deseo?

Debería haber más madrugadas en calles cuyo nombre ignoro. 

Debería haber más amaneceres a cualquier hora, y más fruta en el desayuno. 

Deberíamos llegar tarde, y sí. Es preferible ser irresponsable que reprimido.

Es preferible ser inconsciente que culposo.

Es preferible correr desnudo y gastar plata, que tener todo ordenado y pagar los impuestos.

¿Por qué a la madrugada siento ese tinte inspiracional que el día anula?

¿Qué espero de los demás? ¿Es esa mirada juzgona e impaciente lo que me detiene? ¿Es ese creerme lo que no estoy siendo por saber que puedo ser lo que no soy? ¿Es esa manía por enredarme en sintaxis sin conducir nada a ningún lado? 

¿Qué más necesito para dar el salto, ese salto que me dé lo que quiero? ¿Por qué especto? ¿Por qué no estoy abajo de la luz?

¿Tan difícil es? ¿Qué se necesita?

 

¿Es el amor el fin último?

¿Por qué se siente como si se tuviera todo, como si ya no importara nada?

¿Por qué se va?

 

—

 

“El trastorno afectivo estacional es un tipo de depresión que va y viene con las estaciones. Por lo general, comienza a finales de otoño y principios del invierno y desaparece durante la primavera y el verano.” Eso dice Google, no sé.

 

Por eso creo un manual para no caer en la depresión.

 

Tus amigos son un refugio, está para acudir cuando lo necesites.

Comida rica.

Música en todas sus formas.

Teatro.

Andar en bici cuando hace calor.

Abrazar a personas amadas.

 

Es más largo pero se va a hacer muy tarde y tengo que dormir. La pizza fría que sobró del otro día fue mi salvadora esta noche.



Lunes 30

 

Hoy no tengo ganas de escribir ni de respetar la consigna. Hace frío, me duele la muñeca y tengo sueño. Rebelde way.

 

Pd: Hablar a la noche con María me sensibiliza y me alegra. Mis amigas más íntimas conocen mi desnudez humana y al vincularme con ellas desde ese lugar, hay algo que existe entre nosotros que nunca va a desaparecer. Quiero concretar el café que le prometí.

 

Contar las horas de sueño. Llegar a siete es un logro.



Martes 31

 

Perder me enoja. Pero perder sería rendirme y no estoy dispuesto a eso. Vacilo entre lo logrado y lo no tenido, entre el sol que entra por el ventanal y mi desgano por salir de casa, entre la sonrisa que me roban mis amigos y los platos sucios que se acumulan. Está todo demasiado caro, me preocupa un poco, no sé si gastar todo en ropa o juntar la plata en el placard. Quiero comprarme un sillón amarillo, converso con un contacto en WhatsApp de La Plata que tiene un modelo que me interesa, pero me da un poco de desconfianza mandar la mitad del pago sin saber si quiera si el sillón es cómodo. Voy a tener que confiar, no me queda otra. No sé a quién acudir primero, si a la psicóloga, al dermatólogo o al traumatólogo. Me duele la muñeca desde hace dos meses cuando me caí de nuevo con la bici; del sarpullido ya voy quince días y mis mambos vienen desde hace más. Vi un video de un youtuber que me motivó un poco y escribí algunas reflexiones que menciona en el video en dos servilletas cortadas. Ahora continúo en el subte porque sino voy a llegar tarde.

 

No tenía ganas de escuchar el monólogo del Uber de cuán buena persona es devolviendo pertenencias ajenas, pero me lo fumé entero. Tampoco quería charlar con el encargado del edificio a la madrugada pero nos llevamos bien, qué será. Es sanjuanino y somos muy diferentes pero nos llevamos bien. Hoy lloré mucho en el ensayo, me acongojé al punto de no poder continuar la lectura de cada oración. Después de cenar conversé con mi hermano sobre su facultad, sobre el estudio de los fenómenos comunicativos con la masividad de las redes sociales, sobre el machismo en el fútbol y la necesidad de generar un cambio desde adentro. Está muy grande Facu.

 

Cierro, Facu tiene 4 años, sonrisa contagiosa y orejas grandes.

Abro, Facu me habla de textos complejos, tiene un arito y transiciona a la adultez.

Cierro, Facu jugando a la Play conmigo.

Abro, Facu cebando un mate.

 

Mamá nos escucha mientras prepara sus cosas para su viaje mañana. Esto de documentar mis días me empieza a gustar, no sé a dónde va todo esto. Quiero tener el sillón yayaya. En el ascensor me doy cuenta que me comería a besos al primer pibe que me tire un poquito de onda. No vamos a hablar de eso ahora.



Miércoles 1

 

Los pájaros desde las ramas miran a los humanos. Nos ven acelerados, obvio, sin hacer contacto visual, probablemente mirando para abajo hacia alguna pantalla luminosa que tire alertas para distraernos. Por mi parte, mi garganta pide pista, porque las cuatro visitas guiadas por día, las charlas con mi vieja y mi hermano, las clases de teatro que doy, el entrenamiento actoral y las clases de apoyo que doy, sumado a las pocas horas de sueño, es un poco mucho.

 

Así que hoy decido mimarme cancelando la clase de Matemática que tenía que dar, con una merienda rica cerca del teatro donde trabajo, y mientras la espero, escribo. Ro, que vive en La Plata, una amiga de mi amiga Lucre, me hizo el favor de ir a un local de sillones en su ciudad para ver si es cómodo uno que me interesa; ella es un amor. Mientras debería planificar la clase de teatro que voy a dar en un rato a los peques.

 

Comparto una poesía que nos enseñó Gissara, mi profesor favorito de Literatura del colegio. Se llama La cierva blanca y la recuerdo de memoria.

 

¿De qué agreste balada de la verde Inglaterra

de qué lámina persa, de qué región arcana 

de las noches y días que nuestro ayer encierra

vino la cierva blanca que soñé esta mañana?

 

Duraría un segundo. La vi cruzar el prado

y perderse en el oro de una tarde ilusoria 

leve criatura hecha, de un poco de memoria

y un poco de olvido. Cierva de un solo lado.

 

Los númenes que rigen este curioso mundo

me dejaron soñarte pero no ser tu dueño

tal vez en un recodo del porvenir profundo

 

te encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.  

Yo también soy un sueño fugitivo que dura

unos días más, que el sueño del prado y la blancura.

 

——

 

¿Está mal tener alumnos favoritos?, le pregunto a mi amiga Manu de toda la vida, que ahora me asiste en las clases de teatro, mientras se clava un pancho a la salida. Creemos que no, siempre que no hagamos diferencia. Nahuel debe tener once años, es inteligente, creativo, buen compañero, juega a fondo, es atento, tierno, incorpora los consejos que le damos, se divierte y nos saluda con un abrazo cuando llega y cuando se va. ¿Qué más se puede pedir? Zoe, de la misma edad, tiene una sonrisa muy tierna, pide silencio para que mi voz no muera, propone en escena cosas muy interesantes y se lanza a por todo en cada consigna que proponemos. Y buen, Lihuen es el caradura del grupo pero me cae muy bien, por no nombrar a Dan que se la pasa poniéndose vestidos con la completa libertad que atesora el teatro y a absolutamente nadie le parece raro. No suelo hablar de ellos pero me hace bien enseñarles aquello que me apasiona.

 

Espero que el amor de mis amigos compense la falta de horas de sueño, y que el té de frutos rojos sea el brebaje que dé fuerzas a mis cuerdas para seguir liderando grupos de treinta adolescentes cada hora. 

 

Mateo me arregla las luces e ilumina mi hogar, ese que tengo conmigo mismo, y Ori me regala un alfajor de chocolate casero que está explotado por hacerle un favor. En el día a día, mis amigos suplen el rol de mi familia así que voy a hacer una fiesta para celebrarlo. Hoy señé el sillón que tanto vengo esperando, y aprendí a facturar, esperando mi primer cobro en blanco. ¿Ya soy grande? 

 

 

Jueves 2

 

El cielo queda gris y pesado, nubes bajas, calor húmedo. Así fue el día que nos conocimos. O puede que haya sido frío, como ahora, de sacos negros y bufandas cuadrillé. Ya me es confuso. Qué difícil gestionar las emociones en una relación sentimental con un otro siendo ya complicado lidiar con las propias. 

 

Hoy me levanté con dolor de garganta y el chiste de todo esto es que trabajo dando visitas guiadas y clases. Sin voz no puedo hacer mucho. Aposté por el té en el termo y pasé piola, como quien dice, pero necesito descansar.

 

Excoriación por ansiedad. Hoy no me gustó lo que escribí. Voy a dormir temprano :)



Viernes 3

 

La intensa lluvia ha dejado sobre el verde láminas de agua que reflejan el cielo gris. Como si no pudiera escapar de la tormenta. Como si todavía no hubiera pasado. La neblina me enceguece y me pierdo, no entiendo bien hacia dónde voy. Sólo me queda confiar y continuar. No puedo volver a donde estaba y tampoco quiero detenerme, pero no conozco el camino; empiezo a creer que no existe uno. 

 

Ayer me enteré que ya estamos a mitad de año; siempre intuyo que es en julio, pero no, claro, seis de doce. Desde el cinco de enero que vengo laburando a un ritmo muy agitado y quizás necesito descansar una semana completa o algo así. Por supuesto que la rutina (creada por mí), no lo contempla. Así que debo buscar huecos de oxígeno para sobrevivir. A decir verdad, no todo es tan malo. Estoy haciendo mucho de lo que quiero. Pero los interrogantes atacan con frecuencia, y entretanto pasan los meses y me gustaría ser más impulsivo. 

 

La bici me espera, compañera paciente. En invierno ni la estoy tocando, y eso que todavía es otoño. Espera a mis días de energía, para llevarme a los encuentros que elija, o a los paisajes que visite. Ayer me aumentaron cuatro lucas de expensas, así, de un saque, adjudicando motivos inconsistentes para robarnos un poquito más. ¿Y si toda esa plata la pongo en un pasaje y me voy bien lejos? ¿Y si mis expensas son los hostels, y los impuestos, tickets de tren? ¿Por qué es tan caro vivir? La desigualdad que vivimos crece todos los días mientras escribo en un celular tomando un té. La ciudad no da para mucho más.


Jueves 9

 

Yo te explico, es así: agarrás una cucharita de metal cualquiera, la metés en el agujero del paquete de queso rallado, te llevás a la boca el queso y al mismo tiempo mordés dos grisines finitos. Preferiblemente, hacelo un jueves a la noche, cuando estés cansado, recién llegado de tu clase de actuación, mientras esperás a que hierva el agua. ¿Otra vez fideos? Bueno, se hace rápido, es fácil y es barato, no te consume mucha energía. ¿Muy depre? Más depre sería no haber comprado queso rallado.

 

Este diario es discontinuo, y con orgullo. No puedo estar en todo a la vez, no puedo cumplir con todo. En esta tarde me pierdo. Anoto “la vida hacia todo”. Me pregunto cuánto tiempo voy a estar perdido, cuánto tiempo va a durar la picazón. Me pregunto cuándo voy a dejar de pretender escribir “bien”, actuar “bien”, tomar decisiones “correctas”. Me pregunto si escribir a diario me hace bien, me pregunto si seguir acá, me pregunto cómo me siento. Y entre tanta pregunta se me llena el celular de mensajes y el departamento de ropa tirada en el piso y platos sin lavar, una constante. Los precios de todo suben, la gente se queja, pero en las redes está todo muy bien. Ayer Manu me leyó algo que escribió y debo decir que escribe muy lindo, otro hallazgo para la montaña de mis comparaciones. Un fragmento les ofrezco:

 

“Colgó sus rosarios sobre el ventanal de la habitación número cuatro.

Quitó al público vecino sujetando las cortinas con mis hebillas color castaño.

No recuerdo en qué momento rozó mi espalda y lo sentí detrás.

Cubrió todo mi cuerpo con el suyo y suspiré.

Mis piernas eran piedras.

Tembló mi corazón delator, y entonces, me miró.

 

Enredados comenzamos a besarnos.

O fue él quien me besó. Tampoco lo recuerdo.

Sí recuerdo quién era yo antes de cruzar esa puerta.

Era fría.

Estaba fría.

Sentí fría también la habitación.

Fue al cabo de unos segundos; su devoción me envolvió. Íntegra.

De mi centro a mis latidos y viceversa. El frío se extinguió. (...)”

 


Un momento mágico con nuestra niña-guía Érica, explorando el paraíso. Inca cueva, Jujuy, 2022


Con mi amigo andino caminando por el Cerro Arcoíris, Cochamó, 2021


7 Hacer teatro (poetizades)

 

latigueé

palpé

presioné

sacudí

torcí

deslicé

froté

golpeé

 

fui algodón

miel

granos de café

 

estuve encerrado en un frigorífico

en un casamiento

 

comí una hamburguesa porno

boxeé

registré

escuché

con uno, con otro, con el mundo

 

fui voz y cuerpo

fui caligrafía

de una birome

miré por la ventana

 

repté

compuse con piazzola

seduje a la pared

cogí con la puerta

chapé con mis manos

 

fui viejo

festejé un gol

se murió mi papá

tuve cosquillas

 

viajé

anduve en bici

escribí

hice quilombo

cerré los ojos

discutí con mi hermana,

shock eléctrico

 

estuve en el cielo

dije palabras difíciles

documenté mi esclavitud

me reí a carcajadas

 

perdí el control

me abandoné

me juzgué

me animé

me lancé

me atreví

me encontré

di abrazos

 

fui extracotidiano

tuve mente de mono

espejé

imaginé

jugué

sonreí

corrí

lloré

canté

grité, mucho

maté

dancé sin saber

me agradecí

 

aprendí

crecí y compartí

respiré

transpiré

estiré

miré a los ojos

hice pastas y malabares

 

conocí personas increíbles

me hermané

me sentí bien

fui feliz

 


8 un museo

 

yo estuve ahí.

 

el museo de la droga pirotécnica juan manuel de chauchas, en ecuador.

un nuevo museo con promesas de modernidad que te explota en la cara.

 

una idea de perderse con violeta en los selváticos baños de agua santa, en la región de ulba.

una noche de verano del 2018. 

 

llegamos exhaustos y ya teníamos un vinito encima. o dos, en realidad. según cómo se quiera ver.

violeta tomaba y tomaba y su sonrisa se volvía cada vez más grande, casi que se le salía de la cara.

tenía que ayudarla con mis dos manos para que su sonrisa no se le escape, y lleguemos dentro de todo ESTABLES.

 

por mi parte, el alcohol ingresaba a mi cuerpo mientras el aroma de las hojas y el sonido de los insectos se volvía cada vez más menester, 

con más énfasis, y el recuerdo de mati dándome besitos en el cuello de alguna manera estaba ahí acompañándome conmigo.

 

violeta reía y reía y yo intentaba disuadirla en un intento de no morir en el bosque antes de llegar.

más que nada para no perder las entradas al museo (recuerden que ecuador ya dolarizó, guiño)

así que teníamos que entrar, y disimular el escabio era todo un tema.

 

antes de entrar, terminamos el viajero, estamos embarrados y desprolijos, pero a mi amiga mendocina eso le sienta perfecto

o cualquier cosa, porque la belleza la favorece

en cuanto a mí, la responsabilidad de ser el representante de esta especie de pareja me sube por el pecho y

sale como escupitajo en un disimulo de "buenas noches, la entrada es por acá?"

 

entramos.

el museo es oscuro, y está entre medio de unas plantaciones algo extrañas, enormes, como los nietos con zancos 

que visitan a la protagonista de la savia.

todo es plantas a nuestro alrededor, ya me empiezo a sentir una planta nocturna.

violeta ríe y ríe.

 

"señorita", le dice el guardia, y le hace un gesto como diciendo

más respeto, por favor.

se encuentra en uno de los más prestigiosos museos del ecuador.

así le dice "del ecuador". nunca entendí muy bien por qué a veces a los países se los nombra con artículo,

la argentina, el paraguay. no lo sé. mato un par de mosquitos y entramos.

 

en la primera sala, aunque no me crean, no había nada.

buscamos y buscamos pero entre la ebriedad de un vino que para mí algo más tenía

y los ojos que se me achinan, no logramos ver nada.

así pasan un par de habitaciones, metiéndonos hacia el corazón de lo que sería una experiencia museística.

 

luego, un pasado lejano. La historia de ecuador en la pared, con años y una línea cronológica.

qué aburrido, me dice viole. qué tendrá que ver esto, pienso yo, con la droga pirotécnica y juan manuel de chauchas.

hasta que de repente me acerco a la pared, donde aparecían años y epígrafes,

y un par de próceres que parecían youtubers,

y escuchamos que las puertas de esa habitación se cierran de repente, con sigilo.

 

la habitación empieza a llenarse de un vapor espeso, de color violeta. como mi amiga.

entendemos que es algo performático y decidimos esperar.

 

mientras aspiramos ese humo espeso, se proyecta en la pared la primera vez de juan manuel de chauchas.

la primera vez, su debut sexual, sí.

juan manuel camina hacia una cabaña rústica y desabrida, con una muchacha de unos 30 años, el doble de su edad.

entran y él empieza a enseñarle con orgullo sus medallas, que eran de plata y oro, la mayoría.

la chica cae rendida cuando ve por el reflejo de la ventana entrar a un orangután africano a la cabaña.

juan manuel de chauchas desenvaina su espada y empieza un combate que con violeta miramos asombrados,

con un asombro distinto, tal como si estuviéramos dentro de esa cabaña, luchando con juan. ayudándolo. besando su barba.

 

juan, violeta y yo en ecuador.

los tres mosqueteros andinos navegando por las palmeras de una jungla latinoamericana.

juan y violeta dándose un beso con la lengua.

juan y yo haciendo un asado.

violeta y yo cebándole un mate.

las serpientes enroscadas en nuestro cuello.

violeta y yo besándonos en un museo en ecuador con un orangután en el cuello.

un cuello besando a ecuador con una jungla en la serpiente.

 

todo se vuelve confuso y el guardia de seguridad empieza a reír con nosotros, y con juan,

y todos empiezan a comer chauchas.

 

¿qué pasa? viole, creo que nos tenemos que ir de acá, digo.

como un anfitrión malhumorado.

 

en eso, se abre la puerta y el humo violeta se esparce.

"capítulo 2, pirotecnia" dice la pared que vemos al fondo.

 

caminamos hacia ella y un show de fuegos artificiales tiene lugar al fondo de la sala, 

sin techo, por cierto.

un show que nunca había visto en mi vida.

 

un gastadero de plata de quince minutos que no justifica el precio de la entrada,

en un intento desmedido por aumentar el turismo en baños de agua santa.

una desesperación logística por retener viajeros y forasteros que mochilean lejos de casa,

una expresión extravagante de artificio y luces que espantan animales en la jungla.

 

"¿es legal esto?" me pregunta viole, mientras veo que no tenemos más señal en el celular.

quiero filmar algo de todo esto pero como por arte de magia nuestros celulares se apagan.

y, mejor, pienso por algún lado.

si no nos extinguimos antes, nos extingue este aparato.

 

los fuegos se descontrolan y se empiezan a incendiar los pinos y lianas y monos a nuestro alrededor.

despreciando el tiempo como por elipsis, no nos damos cuenta y de repente estamos rodeados por

escuadrones de bomberos que intentan apagar el incendio, mientras tres poetas vestidos

con trajes de época intentan persuadir nuestra atención para que ignoremos el error procedimental de los fuegos artificiales

y no dejemos una mala reseña en google maps.

 

los gritos de los monos ya son insoportables pero nos quedamos viendo un rato más

a una de las poetas bailando tap en un monociclo.

 

"¿alguien te contó alguna vez que los olivos crecen en todas partes?"

me susurra viole al oído, en medio de todo el espectáculo.

 

¿por qué me decís eso ahora viole?

 

"es que encontré uno en casa por si querés que comamos aceitunas y miremos una peli hoy a la noche"

 

en eso, empiezan a llegar las camionetas de canales de televisión internacionales a registrar lo que sucedía

y el humo violeta seguía y seguía transportándonos a un pirotécnico devenir de hechos droguísticos.

 

a los 5 minutos, todo había terminado.

o eso creímos.

 

estábamos en la puerta, con amnesia, con una tarjeta que decía "gracias por haber venido"

y agregaba

 

"no se olviden, como alguna vez dijo juan manuel de chauchas

entréguense a la vida

y después olviden

lo que visteis permanecerá en secreto

y tu vida permanecerá intacta"

 

un poco patotero el flyer.

con viole nos limitamos a subir una story que decía

 

"muy buena experiencia en el museo local. vale la pena venir"

 

no queríamos alardear, tampoco nos iban a creer.

 

por eso te confío esta carta, que ahora está en tus manos, para que sepas

que viajar a ecuador es exótico.

 

me gustaría volver, y me gustaría hacerlo con vos.

ojalá quieras.

 

sé que estás ocupado y tu trabajo y tu rutina y bla.

 

pero de sólo estar con vos tentados en un bus hacia algún lado, me animo a escribirte estas palabras.

 

el cielo quiere que se acerquen 

aquellos momentos donde todo sea disfrute

y yo lo voy a dejar.

 

ahora estoy un poco más interesado en las artes y voy a estudiar museología selvática.

está la carrera en la universidad de tres de febrero, capaz puedo estudiar a distancia. no sé.

 

en cuanto a viole, después de esa noche no volvimos a hablar del tema.

seguimos viajando por mar y montaña, ella se metió con otras chicas 

y yo volví a salir a bailar los fines de semana.

 

me fijé en wikipedia y resulta que juan manuel de chauchas era gay.

o al menos, eso se dice.

 

se escribía en secreto con lorca. hay un par de poemas que el español le dedicó.

qué loco, ¿no?

 

te mando un abrazo apretado y un cenicero violeta que compré de recuerdo en la tienda de regalos del museo.

ojalá te guste.

 

 


9 En el tren Roca

 

El caprichoso porteño esperando su eclair y jugando contrarreloj a punto de perder el tren. Ése sería yo. Pedaleando con rapidez el asfalto de una diagonal platense y el glamour de la pastelería francesa en mi mano derecha. Esto no fue pensado para degustar de este modo, pienso, mientras certifico la delicia de una pasta de avellanas bien lograda y una almendra queda atrapada en el manubrio. Estas son las aventuras que me regalo, abrazado a mi bici, de regreso, en un tren descuidado que se bambolea de un lado a otro, con violetas, rosados y duraznos del atardecer y la parejita de chicos melosos que me mira con curiosidad a dos asientos de distancia. Y yo por supuesto cada tanto los miro.

Pensaba preguntarles si "bambolea" va con B o con V, pero estoy queriendo tener tiempo récord en evitar hacer ridiculeces, a ver hasta dónde llego. Creo que ya es hora de volver a ponerme la campera, ya les mostré mi outfit.

 

Me hubiera tomado un cafecito tranqui en La Plata, pero no imaginé que la guía fuera a extenderse por tres horas. El guardia del tren nos advirtió que cuidemos nuestras pertenencias y añadió algo sobre la ventana. Supongo que hace alusión a que alguien salte y nos quite el celular. Con el chico de la parejita nos hacemos cara de no entender, y cada vez que lo miro un instante, cruzamos miradas y veo para otro lado. Eso es porque juego al interesante. Lo suficientemente interesante como para estar abrazado a su novio pero llamarle la atención. Claro, me sonrío. El lenguaje no verbal. Todo. Y cuando cruzás miradas, sabés. Lo no dicho. Lo que no hace falta decir. Y yo me hago el payaso obvio porque si no puedo tenerte, al menos te seduzco. Total, nadie me conoce. Y aparte estás justo en frente, ¿qué querés que haga?

 

El tren se mueve cada vez más pero yo sigo escribiendo, aunque el frío explore mi rostro y la letra sea desprolija. Y así podría estar un tiempo. Anónimo, en trenes, coqueteando con "novios de", de distintos lugares. Persiguiendo otros trenes. Llegando tarde a otros encuentros. Y vuelve mi actor... o es, que nunca se fue. Los gestos afloran cuando tengo público, en una función espontánea, única, irrepetible, sin texto. 

 

Escribo algo de todo lo que aparece, lo que logro atrapar y transcribir. Lo demás se pierde, se va, es de otro orden. El chico al que no miro, "el otro", insistente besa la mejilla de mi chico del tren, cual niño que, aferrado a su juguete, impedirá que se lo quiten a toda costa, como un pájaro enjaulado esperando turno para la cirujía de corte de alas. Al pájaro lo deja volar en el patio nomás, a una distancia prudente, lo suficiente como para acercarse a mí con la excusa de ver el cartel con todas las estaciones. Luce orgulloso los colores lgbt en sus medias y le perforaron varias veces la oreja. ¿Cuánto tiempo exacto se nos permite mirar a un desconocido a los ojos sin que sea creepy? Muchas veces un poquito, una vez largo.

 

Ahora me paranoiqueo porque no sé si me tiró un beso en chiste. Y se ríen. Obvio, cosas que pueden pasar. Me pasa por hacerme el canchero. Y ahora es más obvio porque dejé de mirarlo, y la birome se mueve más rápidamente. La vergüenza. Esa sensación tan particular que se vuelve tan importante. La escritura me protege, y el frío se me mete de la ventana directo, dentro de mi camisa de jean. "El otro" se ríe como un mono, avísenle.

 

Tenemos que repensar las parejas como sociedad. Pego un sticker en el tren. Capaz busca en Instagram y me encuentra. No creo que lea de lejos. Falta que venga el de seguridad y me linche por vandalismo. El vagón se mueve como si fuera el samba. ¿Vieron ese gesto? No sé cómo describirlo. Las comisuras se van para abajo, el labio inferior se eleva, se hace contacto visual, es como una sonrisa invertida, y las cejas se arquean. Es como un "no sé". Puede estar acompañado de levantar los hombros. ¿Qué onda ese gesto?

 

¿Tanto se van a querer? Él es de Berazategui y "el otro" de capital, por eso se despiden en esta estación. No va a durar.

Tenía otra puerta más cerca pero decide salir por la mía. Histeria.

Ahora quedamos en el mismo vagón con "el otro". Me mira con fastidio y altitud. Buaaah. Qué fome.

 


Una foto con Ori, que me prestó Roba como un artista y ¿Te atreves a soñar?, lecturas que me ayudaron a tomar decisiones importantes en mi vida, tal como armar la mochila y emprender este viaje. Que esta sonrisa virtual se siga expandiendo, amiga, y junto con ella, tu energía hermosa en el mundo.

 


10 Destapar un vino me cuesta (vómito de letras de un lunes a la noche)

-con especial cariño a mis amigues porteños /y porteños de corazón/ de la caótica ciudad en que nos amamos-

 

Tras subir la montaña amedrentado por la posibilidad estadística de que puedan aparecer jabalíes mientras anochece, conecto el parlante y ahora suena Parque acuático de El Kuelgue. Me abro el vinito blanco, el más barato que conseguí en el Basko. El resultado de las elecciones en Argentina me angustia, pero no sé qué decir. No sé muy bien todavía qué pensar a la distancia, qué puedo hacer o decir. Los ánimos están caldeados. Tengo calor y escribo desnudo en una notebook sobre una silla blanca de esas altas de bar. Pienso saltear unas papas con champiñones que compré en el super. Le compré un chocolate a Amil para que lo encuentre a la mañana, cuando vuelva de trabajar.

 

Fragmentos de un viaje largo.

 

Haciendo refe al título... miren, llámenle no haber tenido la necesidad, tener amigues vineros vitivinícolas viñedos bidones vináculos bisontes bicentenario vinito venite Benítez que siempre me los abrieron por mí. No sé, pero si no es la personita me cuesta. Digo, ese abridor tipo personita, con la carita y los bracitos que se expanden, suben y bajan, para que el corcho salga fácil. Qué sé yo, siempre fui un poco... digamos, no-habilidoso para algunas tareas manuales. En fin, en este contexto aislado y nocturno, terminé pudiendo abrirlo yo. Partí el corcho al medio pero lo saqué en cuotas, como quien dice la cosa. Así que arranquemos el viaje, como diría Virgina Lago o Pato Bullrich. (Mientras releo este texto huelo el aromita de la comida en la sartén y pienso por capricho repentino en un voluntario de un hostel en San Martín de los Andes que conocí).

 

El calor en la montaña y esta situación medio de campo y naturaleza hace que sea inevitable la convivencia con algún /...

 

Perdón la interrupción pero esta avispa gigante me hizo agarrar la zapatilla y perseguirla. Estaba queriendo decir eso, la convivencia con insectos voladores ruidosos mientras escribo y suena Ainda (Canción de Bañar la Luna), grupo que escucho más que nada por sus armonías y tranquilidad. No me enorgullece matar insectos pero la repulsión que me producen es más fuerte. Y así sin querer voy dejando algunas marcas casi imperceptibles de zapatillazos por la casa que luego intento arreglar con la servilleta. Espero Amil no se enoje. Igual seguro me lo perdone, es muy bueno conmigo. Entretanto, el parlante se apaga y tengo que ir a buscar el cargador. Cosas que hacemos los de nuestra generación.

 

El vino está bueno. Lo tomo en una taza transparente. Sabe a alcohol, a previas en Buenos Aires, a la Jolie un miércoles a la madrugada. Hoy me cuesta sacar a la política de mis textos, todo es política como quien dice. Hablar con mi hermano a las 6 de la mañana conociendo los resultados, llamar a Martín y confesarle mi desconcierto y angustia compartida. Que en realidad viene desde antes, viene desde mucho. Hablar con Manu y buscar entender.

 

Retomando lo del cargador y el parlante (ahora suena Jeites, banda hermosísima, escúchenla si no la conocen!!), la otra vez hablábamos de eso con Amil, cuando todavía nos movíamos con el auto, al lado de un túnel, detenidos para que el motor bajara la temperatura antes de echarle agua otra vez. Hablábamos de lo analógico, de haber nacido en un momento en que todavía se usaba el VHS, el disquette, el casette, la cámara digital, los CD, los DVD de películas y el alquiler de pelis. (Eso es lo lindo con él, podemos convivir días y semanas y los temas de conversación son infinitos). Ir a ver góndolas y góndolas de pelis para elegir algunas y verlas el finde. Elegir un CD y poner todo el disco de alguna banda, o quedarse un ratito más en el auto hasta que termine la canción que te gusta con tu vieja. O ver álbumes de fotos. (Me gustaría tener un almohadón para no curvar tanto la espalda. Lo busco. Ahora mejor.) O grabar un tema en la radio para poder escucharlo otro día, y que el locutor hable en alguna parte para que no puedas tenerlo entero. De alguna manera, por eso me traje algunas fotos reveladas de momentos que me hace feliz recordar. Sé que algún día con Alon, en algún viaje, tendremos una filmadora vieja y seremos felices grabando momentos 'a la antigua'.

 

Mis amigues para un cumple de hace algunos años me regalaron una cámara analógica para que siga retratando momentos, y se me rompió luego de mi viaje al norte. Esas fotos nunca las vi. Fotos en Inca cueva, en las Salinas Grandes, o comiendo empanadas en Tilcara. Qué lindo es el norte por Dios. Me gustaría retomar ese deseo y ese regalo antes de mi viaje a Asia. Hoy escuché que en Buthan no existen los semáforos porque no quieren occidentalizar su cultura, que en India tomar una botella del pico está mal visto a pesar de que comen todo con la mano, y que en Tailandia surgió el término 'siameses' para designar a gemelos unidos por un caso muy famoso que hubo ahí. En un podcast lo escuché, camino al pueblo donde compré este vinito.

 

Amil (multiverso prólogo) me envió dos audios. Vamos a ver. Suena en el parlante, je. Su terapeuta tiene un blog y atiende principalmente a migrantes.

 

¿Debería hacer un descargo por redes sobre la situación? De la política, vuelvo. Estando de viaje. Es complejo, las redes, otro tema. Por el momento prefiero escribir por acá, y hablar con mis seres queridos. Todo a veces se torna complejo, y cuando la gente está angustiada más aún. Pensar unos días va a estar mejor.

 

Ser artista y qué quiero decir como artista es algo también que me trajo hasta acá, a viajar, a conocer diferentes realidades. Y en eso me gustaría seguir nutriéndome. Formar una opinión crítica y fundamentada, con perspectiva, con empatía, con capacidad de escuchar a otros, de tener clara la parada, en un mundo en crisis con un sistema en crisis que cambia constantemente, extrañando a los que amo, formándonos y creciendo en un contexto cambiante y con muchos factores actuando al mismo tiempo.

 

Hay días en que me dan ganas de vivir en una comunidad en Córdoba, en las sierras, haciendo la compra orgánica entre todos y un fogón para cantar y compartir.


Vivir es todo un tema. Y siempre habrá críticas, así que ser coherente con uno mismo, habitar la tierra con amor y hacer buenos actos con las personas siento que es lo más importante.


Ojalá pueda ver a las personas que quiero contentas y seguras, sin el peso de tantas injusticias que no me alcanzarían las palabras para describir. Sigo sin saltear las papas intentando encontrar el punto. Pero creo que se trata justamente de eso, de buscarlo, de tomarme el tiempo para buscarlo. Creo que nadie nos educa en ciertas cosas, y la búsqueda propia de cómo cada uno quiere construir su vida es, en parte, lo que vamos diagramando día a día, consciente o inconscientemente.

 

Migrar. ¿Migré? ¿O me fui de viaje largo? Algo de esta realidad que no termina de pronunciarse, híbrida, interpretativa, con incertidumbre, es en lo que estoy, y hoy hablaba con mi amigo de eso. Cuántas cosas lindas e importantes que salen en las conversaciones. Viajando noto que no hay una manera, digo, una manera de hacer las cosas. Hoy en el podcast decían algo así como que la realidad es una fantasía, o hablaban de la verdad, no estoy seguro. Me refiero a la normalidad, eso decían, ahí me acordé.

 

La normalidad se construye. Esto es bastante obvio, pero cuando viajás, cuando te das el tiempo para hacerlo, muchas barreras y cimientos que fuiste construyendo con los años de crianza y juventud, siento que se van desmoronando. Y claro que no es fácil, es una búsqueda como todas. Igual de personal y compleja, y se toman decisiones, y bla. Pero al alejarse, en mi caso, entiendo que el guion literalmente se escribe todo el tiempo. /A comer, directo de la sartén así ensuciamos menos, je/

 

Este texto está bastante personal, jaja, e informal también. Bienvenides. En este blog por el momento pretendo un poco eso, encontrarme, encontrarnos, por qué no. En la lectura de otres. Extraño el arte, me hace falta. Esos lugares de expresión en donde no hay bien o mal, en donde hay personas que están ahí disfrutando de otras personas que se expresan de alguna forma, en esta incertidumbre colectiva de la que hablaba más arriba. Y Baires siento que es un gran caldo de cultivo donde sucede eso, lo que tanto me hace falta. En una montaña intento buscar algo de eso pero no lo encuentro. Claro que en mi imaginario y decisiones ya empiezan a aparecer algunas ciudades y algunas circunstancias que quisiera conocer para esta búsqueda de la que hablaba. Es, de alguna manera, como si pusiera en palabras algo de lo que se me va ocurriendo en estos días de 'parate' en movimiento.

 

La idea de este blog, sí, es a modo de happening. O perfo. O museo. Vieron que en un museo uno se va topando con salas, sin saber necesariamente con qué se va a encontrar. Y hay cosas que a uno le llaman la atención y se detiene, y otras que uno las pasa de largo. Bueno, algo así. Al menos por ahora. No soy un experto en diseño web, pero vi que esta plataforma (que ahora encontré como medio para poder hacerte llegar, a vos, lector, estas palabras) tenía una opción de previsualización de textos con una imagen pequeña a modo de elegir con antelación qué se quiere leer y hacer clic, y tal.

 

Buen, no. Jaja. Prefiero perderse.

 

Perderse en un mar de letras y fotos y cosas que traigo a colación que, no sé si son importantes. Ni son verdades. Pero digámosle algo así como si fuera mi manifiesto, o mi búsqueda plasmada en la virtualidad, o un intento por conectarme con personas a través del arte y la escritura y este vómito en el que hago refe en el título de este relato sinuoso. Un registro de un momento particular de mi existencia que queda grabado en píxeles y letras.

 

Es curioso pensar cómo terminan ocurriendo las cosas, y es que soy un fanático de los recovecos, y las charlas de madrugada mirando las estrellas, y la sobremesa y charlas largas en el bondi volviendo de la clase de teatro en Boedo, y terrazas porteñas, y esos besos que se vienen deseando toda la noche, con esas miradas que anticipan, y esa tensión en el aire. Cerebros que en algún costado ya tomaron la decisión de encarar. Esos encuentros de cuerpos necesarios donde, por ejemplo, todas estas palabras no existen, y hay lugar para el roce, para el aliento, para el perfume, para los escalofríos, y las cosquillas, y el calorcito, y las sensaciones, y la sonrisa, y el pelo, las caricias, y la cercanía. La proximidad. La unión.

 

Cuando uno crea un espacio, llámese blog en este caso, la sensación de no pedir permiso se siente bien. El expresarse. ¿Habrá alguien que haya leído este descargo hasta acá? (Me sirvo más vino). Hay una juntada con música a una casa de distancia. ¿Voy?

 

La necesidad de vincularme con gente en una ciudad media/grande ya se vuelve medio urgente!!! y anhelo ese momento.

 

Me voy a saltear mi cena. Con saltear me refiero a saltear en la sartén, no que me la voy a skippear. Les escribo desde esta cabañita perdida en la que por algún motivo azaroso me encuentro. De hecho, si mi amigo no hubiera conocido a otro chico en Grindr, yo no estaría hoy acá. La concatenación de hechos y el azar. Y las papas con champis que me voy a comer. Ojalá hubiera comprado pancito para acompañar.

 

Anexo un texto bonus que encontré hoy por ahí en un Drive que escribí en alguna flasheada el año pasado. Se llama "La destrucción del yo" y dice:


Soy fortuito como el viento,
una caja de misterios atrapados,
encendidos, un sinfín atropellado
de tumulto ajeno y refrigerado.

 

Una repetición eterna de mis miedos
y mis arrojos,
una sorpresa espontánea
que seduce y se va al mazo.

 

Una prueba que aparece y se esconde,
en busca de algún curioso
que quiera ser engañado.

 

Un deseo adictivo
y raspones de asfalto.

 

Soy todo eso encasillable, inetiquetable,
soy la planilla de Excel que anda mal,
soy la fruta exótica que siempre quiero
pero se pudre rápido;
soy de lo que no hay,
efímero como una rosa
de un regalo que nunca se entregó.

 

Soy el sol quemando
a los chicos en la playa
y soy la tabla para barrenar
los errores y llegar más allá.

 

Soy el muerto resucitado,
el cura que juega al fútbol,
el cuadro caro de la casa de tu tía,
el programa bisagra de la madrugada en MTV.
Soy joven hasta que se gaste,
soy exilio y quilombo,
el lavarropas en su quinto lavado del día.

 

Olor a perfumito,
medias con agujeros,
soy la mirada obsesiva y ansiosa,
a la espera de uno con arito canchero y ojiclaro
que me invite un helado raro y me dé besitos.

 

Soy la cama deshecha,
la impulsividad y la planificación,
como un tren europeo chocando feroz
en su andén a la hora precisa.

 

El miedo y el desoncierto
con la alegría y la pasión,
un licuado de banana y atún.

 

 


Una foto analógica que sacó Agus que me gusta mucho, usando ropa de mis amigues como es usual. Unas vacaciones y un desayuno tras ver el amanecer en el mar. Y una guitarra porque siempre está bueno tentar a que el músico se acerque a hacer alguna magia en esas cuerdas.


11 en búsqueda del sentido

 

Hoy me encuentro notando el gran paréntesis en el que me encuentro, la herida abierta del sacrificio que hice, el permanecer mucho tiempo en un lugar ajeno buscando justamente el sentido.

 

Ese sentido que me motorice, que me encienda, que me avive, que me traccione hacia adelante y disfrute del cotidiano yéndome a dormir con esa sensación en el pecho de satisfacción. De sentir que lo que hice en el día valió la pena, de sentirme lleno, motivado, animado, manija, cárico como dicen en Italia, prendido fuego, excitado.

 

Estos días en la montaña, días de pensar, días de ansiedad, días de reflexión constante y exploración de mi interior, busco el sentido. ¿Por qué estoy acá? ¿Hacia dónde quiero ir? Me siento, de algún modo (como siempre), responsable de elegir mi futuro en este viaje, y varias opciones se aparecen como caminos líneas-rectas a partir de este punto espacio-temporal en el que me hallo. ¿Cuál de todas esas opciones me hará feliz?

 

A veces leo o escucho reflexiones sobre la felicidad y algunas dicen que es algo que podemos generar, que llevamos dentro nuestro a donde sea que vayamos. Claro que estando en nuestra cultura, con el colchoncito calentito de mis amigues, con el apoyo cercano de mi familia, la calidez de pertenecer a un lugar (irremplazable), es mucho más fácil tener esos atisbos de felicidad. Pero, ¿cómo se halla eso mismo estando a miles de kilómetros de distancia en una cultura ajena, aislado en la montaña?

 

"Bueno, amigo, estás en Europa. Hay problemas peores", deja escuchar el imaginario social colectivo. "Hay que aburrirse de Italia, eh, amigo" me suelta Chiara en un chiste por teléfono la otra noche. Ja, ja. Sueno como problemas de rico. Quizás lo sean. Pero siento que en el fondo la pregunta es común a cualquier joven de mi generación, o por qué no, persona en el mundo que busca en su interior, es:

 

¿Qué mierda quiero hacer con mi vida? Porque de viaje o no, se trata de eso.

 

Escuchaba un podcast recién que me inspiró mucho, o me movilizó, de un loco que viajó cuatro años en bici. Y narra sus experiencias viajando por África, cruzando fronteras impensadas, quedando enfermo con alucinaciones y viajando en moto de urgencia al hospital para ser desparasitado, comentando la hospitalidad de la gente de Túnez, o la alegría de la gente de Colombia en su viaje por Latinoamérica, cruzando bordes en pueblos con altitudes que rozan las nubes, pasando la noche en lugares mágicos. El podcast se llama "Un gran viaje" y el capítulo se titula "4 años en bici por Europa, África y Sudamérica, con José Javier Ayllón | 146" por si les da curiosidad escucharlo.

 

Hablando con Amil, recién levantado, un poco de todo esto, compañero en esta incertidumbre y amigo entrerriano que Argentina me da para no extrañarla tanto y no enloquecer, le hablo de romper esquemas mentales. Me doy cuenta que para haber tomado esta decisión y haber llegado hasta acá ya tuvimos que haber roto bastantes esquemas mentales que tienen que ver con la estructura, la rutina, la cultura y otras cosas que son el sacrificio que menciono. Y siento que siguen existiendo en mí ciertos esquemas mentales que son los que me paralizan (aún) a tomar ciertos otros "riesgos", como podrían ser viajar a Asia, o continuar viajando de lugar en lugar. Cierta "estructura", o "establecimiento" en determinado lugar, con determinado trabajo es algo que me persigue como fantasma crítico de vivir viajando, o al menos por un tiempo.

 

Cierto es, como siempre, que el juez termino siendo yo mismo. Y es que teniendo 24 años soy arquitecto de este viaje y responsable de cuidarme a mí mismo, de garantizarme seguridad y salud durante todo el trayecto. Siempre somos responsables de nosotros mismos, pero, insisto, a la distancia, siento que eso está mucho más presente. De todas formas, siempre hay angelitos y personas hermosas que aparecen en el camino, almas hermanas con las que intercambiar y ayudarse entre sí. Entonces, de vuelta, el miedo es el que paraliza a hacer ciertas cosas.

 

Todo esto básicamente porque tengo que decidir cómo continuar. Ojalá fuéramos menos dramáticos, le digo a mi amigo, y sí, somos intensos y a veces agrandamos las cosas. Pero el hecho es que ahora mi búsqueda se perfila a encontrar algo que me movilice de verdad.

 

Si yo encontrara, por ejemplo, un lugar, en el que pudiera dar clases de teatro, o un ambiente artístico, donde exista un intercambio desde ese punto de vista, y podamos hacer un grupo lindo con quienes ir a tomar una birra después, o se armen esos lazos de comunidad, tal vez hasta incluso haciendo otra cosa, yo creo que ya sería suficiente, aunque fuera en un pueblo alejado o recóndito. No necesito el mejor trabajo del mundo o estar en una ciudad magnífica necesariamente. Pero necesito encontrar algo que me mueva por dentro y me haga sentir bien. Lo voy a encontrar, claro. Sólo que esta montaña detenida en el tiempo y pacífica me hace escupir todo esto.

 

"Necesito ir a un lugar donde pasen cosas. VIDA DE CIUDAD", le suelto a Amilcar. Tal vez sólo sea eso, tal vez siempre haya sido eso. Necesito el caos, el movimiento, el cine, el bar, las personas caminando, llorando, riendo, gritando. Las muestras de arte, el colectivo que va y viene. Tal vez sólo soy un bicho de ciudad en cautiverio en la montaña. Tal vez.

 

A veces me consume energía el estar pensando constantemente en qué quiero, y también el estar diseñando la forma de conseguirlo. El vínculo que tenemos con el tiempo atravesados por la filosofía de la inmediatez y el Carpe diem también pone las cosas un poco difíciles. Tenés que sentirte bien yayaya. Ese tipo de cosas, los procesos son largos y llevan tiempo, como el crecimiento de las plantas. La naturaleza lo tiene muy claro. En el interín, escribo porque me hace sentir mejor, y ojalá alguien leyendo estas palabras también se sienta mejor.

 

Lo que sigue es misterio, elijamos lo que elijamos, desconocemos qué escenarios, personas e historias nos esperan. Eso es lo lindo de vivir, en parte, que hasta cuando haya quienes piensen que todo es monótono, la sorpresa siempre está a la vuelta de la esquina. Y al mismo tiempo, eso es una fuente eterna de esperanza.

 

 


12-Para aquellos atrevidos, interesados en ir a Albania
(narrado desde mi experiencia)

 

Albania es un país que, en general, a veces todavía tiene mala fama. Ha de ser, supongo yo, entre otras cosas, porque estuvo bajo régimen comunista muy estricto hasta 1991, con una fuerte influencia soviética, bastante reciente en términos históricos. Una dictadura bastante extrema donde desde el gobierno rompieron alianza con Rusia porque los rusos "no eran lo suficientemente comunistas" para el gobierno albanés (como para que se den una idea del extremismo que menciono). Desde ahí que una serie de rumores y prejuicios son parte de la mirada europea, criminalización, peligro, drogas, entre otras cosas que se dicen cuando comentás que querés viajar a estas tierras.

 

Muy por el contrario, mi viaje por Albania estuvo lleno de experiencias hermosas, y me encontré con un país culturalmente bastante peculiar e interesante, con montañas enormes, playas paradisíacas y paisajes exquisitos. Además, la gente en general es muy amable y los hostels están realmente buenos. La intención de que este país balcánico tenga otra mirada está a la orden del día y el empeño para que los viajeros la pasemos bien es notorio. Al fin y al cabo, tras haber tenido aventuras por acá es que me da ganas de recomendarle a cualquier mochilero, andá.

 

Alojarse es realmente barato, las noches cuestan en promedio entre €13 y €18, imagínense, un quinto de lo que puede salir una noche en algún hostel medio trucho de Roma en temporada. O sea, por lo que pasás una noche en alguna capital de moda, acá podés alojarte por cinco noches y todo con desayuno incluido. Además de eso, son hostels donde llegás y te reciben de una forma muy acogedora, te cuentan de la ciudad que estás visitando, las actividades que podés hacer, te dan recomendaciones y están a disposición para cualquier cosa que necesites. Los espacios comunes están muy buenos para conocer a viajeros de todos lados y la filosofía de estos lugares es realmente posibilitar este tipo de encuentro e intercambio, lo cual hace que viajar por esta zona sea, además de una travesía interesante, muy divertido. La gente que me encontré viajando por acá en general viene mochileando por un tiempo largo, o siente interés particular por esto que llamamos los Balcanes, que vendría ser -a mi entender- el norte de Grecia, Montenegro, Serbia, Macedonia, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia y el país del que estamos hablando ahorita. Y como todo lo que es un poco "raro", o se sale de la típica ruta europea, se vuelve un constante cruce entre personas curiosas que le dan oportunidad a otro tipo de destino. Realmente nunca me había pasado de cruzarme con los mismos viajeros en cada ciudad, y es que de alguna forma todos estábamos haciendo el mismo recorrido. Aunque hoy en día, los reels de Instagram y los influencers, los blogs y podcasts de viaje, videos en YouTube, hacen que se vaya perdiendo cada vez más esto de lo recóndito o exótico. Digo, sigue existiendo, pero de alguna manera está esta sensación más presente para mí de que siempre hay alguien que ya fue a determinado lugar, alguien que ya hizo ese viaje, que lo hizo por más tiempo, y entramos en la comparación y tal. Por eso, hablo desde mi experiencia personal viajando por estos pagos.

 

Me fui moviendo todo con buses, y la verdad debo decir que funcionan bien, aunque es un poquito desorganizado. Es decir, no esperen una página web, los horarios impresos en las paradas, una app para buscar desde el celular, no existe. Nada de eso. Pero preguntando se llega a cualquier lado. Es importante abrir los sentidos, ser comunicativo y pedir consejo o ayuda en los hostels o donde sea que se vayan a alojar. Organizando mi viaje por los Balcanes, me puse en contacto telefónico con algunos de los hostels y les expliqué que llamaba para organizar mi viaje. "En Albania no funciona mucho eso de organizar de antemano", me explicaban. "Vení acá y nosotros te ayudamos con todo". Entonces desde ese momento entendí que iba a ser un viaje un poco improvisado. De todas formas, lo pude hacer sin problema y tal como me dijeron, en cada punto que visité me fueron ayudando. Cierto es que el folklore de las paradas de colectivo en Albania es todo un tema, porque uno tiene que aprender a esquivar a los taxistas deseosos por billete extranjero, que intentan confundirte o presionarte poniendo sus manos en tu equipaje para que te vayas con ellos pagando diez veces más que lo que sale el boleto del bus. Pero como ellos mismos (los taxistas) sean probablemente los que quitan y desaparecen todo tipo de cartel o señalización en las paradas, entonces -a mi sorpresa- también puede sucederte de que quienes se acerquen a vos sean los propios conductores del bus que tenés que tomarte. "¿Vas para Sarande? Sarande, ¿Sarande? ¿Para Sarande? El bus está allá, vení". Y ahí tenés que decodificar si es el conductor del micro o si es el taxista, para saber qué hacer. En fin, no es tan complicado, pero tiene lo suyo si andás distraído.

 

Mi ruta fue de sur a norte, ya que arranqué esta parte del viaje en el norte de Grecia, así que la idea era recorrer en ese sentido.

 

Mi itinerario fue: Gjirokastër, Himarë, Tirana, Shkodër, Valbona, Theth.

 

Claro está que tal vez no recorrí todo el país, pero creo que pude visitar bastantes lugares que valieron mucho la pena.

 

 

 

Gjirokastër es un pueblito de montaña al sur de Albania, que tiene una particularidad muy marcada y es su arquitectura, por lo que es patrimonio de UNESCO. Todas las casas están hechas con techos de piedra, de una acumulación de cientos de piedras que pesan toneladas (equivalente al peso de un avión, para que se den una idea), colocadas estratégicamente para que la estructura las soporte. Claro está que la abundancia de este tipo de piedras en la montaña las hacían una materia prima inevitable. Y aunque parezca mentira, por la antigüedad de estas construcciones, son sostenibles frente a sismos. Es decir, al ser una zona con recurrentes terremotos, desde muchos siglos atrás se construyó de una manera muy inteligente para evitar el derrumbe de las casas. Aparte de eso, cuando se hizo la "nueva ciudad" al lado de la histórica, supieron por qué los antiguos habitantes habían decidido edificar en alta montaña, y está vinculado a la temporada de lluvias. Las fuertes inundaciones que se dan en el valle colapsaron a la nueva ciudad (hecha tras la caída del comunismo), mientras que la ciudad antigua permanece intacta desde siempre. Sorprendente. Esto por explicar más la parte arquitectónica, pero a nivel paisajístico la verdad es que se siente muy lindo recorrer esas calles que son antiguas y pintorescas, con unas vistas impresionantes de la montaña y las casitas, cuyos techos no existen en ninguna otra parte del mundo. Tiene además un castillo construido en el siglo XIII (muy muy viejo, todavía en pie) desde el cual ver el atardecer es de peli.

 

Me alojé en Stone City Hostel y para destacar que el primer día organizaron un free-walking-tour que lo guía el dueño del hostel, un neerlandés muy copado que se enamoró de esta ciudad. Nos contó bastantes puntos históricos mientras íbamos recorriendo los recovecos, nos metimos en un túnel (porque sí, la ciudad tiene algo de 150 túneles, largos y húmedos, que se crearon por miedo a una invasión enemiga, supongo que en los tiempos de Guerra Fría, con amenazas de bombardeos, o cualquier otro conflicto potencial que aconteciese). También nos contó sobre Ismael Kadaré, que es el escritor más famoso de Albania, reconocido en todo el mundo por su obra, porque vivió en esta ciudad, y en varios de sus libros retrata cómo era Gjirokastër cuando él era pequeño. Los fanáticos terminaron incendiando su casa cuando supieron que se había ido a vivir a Francia, por el extremismo del que hablaba más arriba. También fuimos a Skenduli House, una mansión enorme donde vivieron varias generaciones de una familia rica albanesa, con tradiciones exóticas como crear un cuarto específicamente para celebrar ceremonias de matrimonio, y otras historias que dan cuenta del particular pueblo que estábamos visitando.

 

El walking-tour terminaba con un aperitivo en la terraza del hostel, oportunidad para hacer amigos y conocerse con los demás. Por eso me gustan tanto los hostels. Tuvimos la suerte, la verdad, que cuando visitamos el pueblo estábamos en el marco de un festival que se da una vez al año, y todas las callecitas de alguna manera estaban intervenidas con carteles, música, negocios y actividades que nos permitieron conocer más en profundidad esta cultura. Faleminderit, Albania! (Gracias!)

 

Entre esos workshops, aprendimos a hacer café albanés, una tradición muy antigua en la que las mujeres, las primeras en levantarse, hiciera frío, calor, lloviera o se destruyera la casa, preparaban el café para sus familiares e invitados. Como en la época comunista sólo estaba permitido consumir 100 g de café por familia, entonces lo mezclaban con otras especias para hacerlo rendir más. Todos los granos se tostaban al fuego, y una vez con temperatura, se molían en un cuenco de piedra. Todo este proceso demoraba una media hora, hasta recién servir el café, que por cierto, es muy rico. Además de tomar café todos juntos en la calle escuchando estas historias, nos dieron un shot de raki, bebida típica de la región. Es una bebida blanca, como si fuera tequila, pero más fuerte. Parecido al aguardiente colombiano, o guaro.

 

También ensañaban danzas típicas, con las vestimentas tradicionales, carpintería, clases de cocina de las recetas clásicas, y así de a poco nos íbamos adentrando con nuestros compañeros de hostel en la cultura de este lugar. Para los albaneses, la hospitalidad es lo primero. Ellos no te dan el mejor café porque sos el invitado, para ellos sos un amigo. Directamente. Y esa actitud la podemos ver en general, con la buena onda con la que la gente se dirige. Es cierto que hay cierta frialdad en su personalidad, y es que pienso, es ineludible el miedo y la presión a la que estuvieron sometidas generaciones bajo un régimen tan estricto. Los jóvenes, nos dimos cuenta, no saben bailar. A los recitales en el marco del festival vinieron miles de albaneses de otras partes del país, con una música muy peculiar, me hacía sentir en Turquía o la idea que me hago de Turquía, pero con la energía del reggaetón, algo extraño, sin embargo, nadie bailaba, sólo miraban, contemplaban. La manera de conducir que tienen también es algo a mencionar, y es que hasta el '91 muy pocos podían tener auto; cuando se liberó el mercado, todos empezaron a tener uno pero no se requería una licencia, así que aprendieron en la calle nomás. Imagínense jaja.

 

Si tienen oportunidad, prueben el burek. Es un triángulo grande de hojaldre con relleno de espinaca, o cebolla, o queso, o carne. Es tradicional, muy barato y muy rico. Hay unas bolitas de arroz frito que también están ricas. Y las patas de rana no las pude probar porque no tenían en donde pregunté, pero también son típicas parece.

 

 

 

Para visitar playa, fui directamente a Himarë, porque guiándome por el consejo de viajeros, era la que mejor estaba. Ksamil, Sarande y Vlore, otras conocidas, estaban llenas de gente y para meterme entre sombrillas, arañando por un pedacito de arena y sol, prefería salteármelas. Dicho y hecho. Himarë es como ir al Caribe en Europa, o algo así sentí, sin haber ido al Caribe, je. Pero es un color de agua turquesa entre verdoso y celeste, y a la vez transparente en la orilla, con una arena blanca con piedritas, entre la montaña que majestuosa se impone detrás. O sea, una playa increíble pero con el condimento que también es algo rupestre o más natural. Ya que, para ir por ejemplo a Filikuri Beach (playa que recomiendo) hay una caminata previa para llegar de unos 15 minutos que termina en una bajada abrupta desde la montaña, donde hay que ayudarse de cuerdas para no resbalarse y caer. No es la gran hazaña llegar, pero ya esa pequeña complicación hace que no esté llena de gente. Y una vez estás ahí no te querés ir más, porque es un paraíso escondido que, si te gusta la playa, da para quedarse, nadar un ratito, tomar sol, jugar a las cartas, andar en botecito, y todo lo que gustes.

 

Acá me alojé en Sunbakers, lo mismo, todo por recomendación, boca en boca. Es como si fuera una casa playera, con onda surfer, a dos minutos de la playa, con vista al mar. Y más corridita del centro, lo que hace que los precios del almacén bajen y haya, de nuevo, menos gente. El hostel está bueno, a la noche se hace tipo fiestita, porque también tiene un bar. Las instalaciones dejan que desear, pero si consideramos que estamos al toque de la playa, medio se te olvida.

 

Tirana es una capital bastante singular, porque conserva de alguna forma las tradiciones del país, con construcciones más soviéticas, pero tiene toda una parte moderna con edificios muy actuales, bares y movida joven, que produce algo interesante. Hay muchos edificios de diseño que no vi nunca en ningún lado, tiene un parque gigantesco con un lago que está muy bonito, y todo por ahí hay una linda movida. Tiene varias mezquitas, como en todo Albania, porque se supone que es un país bastante musulmán. Digo se supone porque durante muchas décadas fue un país obligatoriamente ateo, por ley. Luego, cuando se cayó el régimen, las familias tenían que elegir, por trámite burocrático, a qué religión querían pertenecer. Entonces, hay muchas que simplemente eligieron una aunque no la practiquen en términos concretos o no sean ortodoxos, o por conveniencia. Pero sí, de alguna manera hay un crisol de distintas costumbres, como en toda la región, que lo hace particular. De todas formas, fui más de paso por acá para poder combinar con el norte. Ah, paciencia en la terminal porque está lleno de colectivos y no hay ni siquiera una oficina donde poder consultar, así que preguntando se van a ir dando cuenta.

 

 

Shkodër fue la parada final, y digo así porque Valbona y Theth vienen de la mano. The Wanderers fue el hostel elegido y tiene toda la onda del mundo. Voluntarios copados, un barcito donde regalan shot de raki cada vez que quieras, y gente que tiene ganas de trabajar y explicarte todo. Desde acá se puede hacer la excursión a Theth, que básicamente es una reserva natural impresionante donde se hace un hiking que dura aproximadamente 8 horas, todo por montaña, y es un trekking apasionante, de verdad.

 

Primero te llevan a Valbona, para lo que se toma un bus, luego un ferry en Fierzë que demora tres horas por un lago igual de interminable que de precioso (y te va adentrando en el corazón de la montaña), y finalmente una combi que te lleva a una Guest house, un lugar para comer y dormir con una persona local que al día siguiente te va a llevar a donde arranca ese trekking. Una vez en Valbona, al día siguiente arranca la caminata a Theth. Los senderos están bien y todos señalizados, al principio no sé bien cómo hicimos para perdernos. Buen, yo estaba encabezando al grupo y por mi experiencia en Cochamó (Chile) creí que podía ser que hubiera partes no señalizadas, así que encaré por el medio de un río, cruzando por las piedras, y desviándonos una hora del camino principal. Cuando nos dimos cuenta, tuvimos un debate extenso adivinando hacia dónde ir, hasta que finalmente encontramos la ruta. Parte de la experiencia, je.

 

Es un hermoso camino para tener constancia, aguantar la montaña, regular la energía, estar en silencio apreciando la belleza natural en donde nos estamos metiendo, y otros momentos para charlar y compartir con los compas con los que estás viviéndolo. Como dije, dura 8 horas así que es aconsejable frenar y comer algún sanguchito y fruta que te hayas preparado. Tomar agua con regularidad, aunque hay varios ríos y cascadas de deshielo donde te podés servir tranquilamente.

 

Una vez que llegás a Theth, ahí hay varias Guest house donde uno pasa la noche. Nosotros nos alojamos en Guest House Dreni, que son unas cabañas de madera soñadas en el medio de la naturaleza, no te querés ir más de ahí. Hay fogón, mesas largas de madera al aire libre donde cenás con los demás peregrinos, ves las estrellas en primer plano, impecable. Y la comida muy rica también. Qué mejor después de una caminata exhaustiva comer algo rico y charlar con viajeros a la luz de la luna.

 

Nos quedamos tres días ahí, no sólo porque la montaña nos enamoró, sino también porque desde ahí se pueden hacer otros senderos, como el del Blue Eye (que también es algo exigente, unas tres horas y el final todo en subida, pero vale totalmente la pena a pesar de ser el agua más fría que sintieron mis huesos) y la cascada, menos interesante y más cerquita. Después, hay una combi que tarda varias horas pero te regresa directamente al hostel en Shkodër, donde dejaste todo tu equipaje. Así que, por muy poco dinero (€28 la noche en la montaña, incluyendo cena, desayuno y almuerzo para las caminatas, realmente barato, y €15 o €20 de transporte) podés vivir una experiencia hermosa sin preocuparte de organizar nada. Y las noches que estás en la montaña, el hostel no se paga. Está muy bueno la verdad. Sé que en Italia o Suiza una excursión así saldría muchísimo más.

 

Desde Shkodër también se puede ir en bici hasta cerquita de la frontera con Montenegro, se llama Shiroka el lugar, y básicamente te encontrás con un lago muy grande donde podés bañarte (ojo igual porque hay bastantes serpientes por la zona), pero creo que lo más lindo es andar en bici y descubrir otras partes del norte de Albania. O al menos para mí que soy un amante de la bici. Después, para continuar con el viaje, nos recomendaban ir para Ulcinj, una ciudad del sur de Montenegro no tan conocida pero con bastantes cosas para hacer y muy lindas playas.

 

No estoy acostumbrado a escribir este tipo de relato más informativo pero, de alguna forma, lo pensé por si alguien tiene curiosidad en viajar a este país. Yo pude organizar todo esto, una vez que supe que quería ir, escuchando y prestando atención a otros viajeros que me dieron tips, lugares, hostels y demás. Y confío 100% en que los consejos de persona a persona terminan resultando mil veces mejor que buscarlo por Internet directamente. Puntualmente un viajero australiano que conocí en Nápoles que se llama Patrik Johns, se tomó el tiempo de mencionarme ciudad por ciudad y marcarme hasta los hostels en Google Maps, lo cual facilitó mi tarea de investigación muchísimo y me animó a conocer toda esta región.

 

Así que si estás interesadx, acá te fui dejando algunos nombres para que puedas empezar tu búsqueda y organizar tu aventura. Una vez, en Jujuy, en el feriado de Navidad, habiéndome olvidado todas mis pertenencias y dinero en una valija dentro de un bus que se dirigía a Bolivia, una pareja de ángeles que frenó en autostop en la tarea de ayudarme a alcanzar mis cosas me dijo ante mi insistencia: "No nos tenés que dar nada por ayudarte, de verdad. Ayudá a la próxima persona que lo necesite". Y así, de alguna manera, somos parte de una cadena de favores. Así me gusta verlo. Espero haberte ayudado en tus ganas de viajar por acá, y si lo estás pensando, no lo dudes que está buenísimo.

 


13- La risa (queste maraca)

 

Hoy sentí un mundo de risa indescriptible, (aclaro, era azul) un océano de felicidad que me embriagó y me hizo temblar el cuerpo con contracciones mientras una sonrisa sólida en mi cara no podía borrarse. Los ojos no podían ver por semejante convulsión de risa, de ese placer tan tan adictivo que destella descargas de energía que agradecen al mundo estar vivo. Es esa energía divina que te sube por la médula espinal y llena tus poros de ganas de saltar y sonreír. Y colores llamativos empiezan a emerger de las personas y el ruido se vuelve más fuerte, y los pensamientos más absurdos, y la honestidad es extrema. Los demás son tus aliados y las ideas cobran singularidad y solidez, concisas y graciosas. 

 

El mundo es un lugar gracioso. Las cosas que nos pasan son graciosas, son absurdas, son mágicas, inexplicables, indescubribles. Nunca vamos a poder conocer su otro lado de la moneda, son nu-cóncavas y por más que nos acerquemos, como el horizonte, mutable se aleja.

 

Amil súbito me asusta de atrás tirándome de la mochila en mi plena concentración, pienso que me van a robar y reacciono con energía de látigo (como nos decía Sole en Timbre), mi corazón se acelera y pego un grito. Amil, se ríe y un poco avergonzado por mi reacción inesperada sonríe con amabilidad a la pareja de la parada que simpática también, sonríe. Y ahora todos sonreímos en una parada urbana de autobús italiano, en una realidad por momentos cotidiana y por momentos fantástica que sto vivendo.

 

Como si fuera nuestro barrio, Amil de pronto (todo de pronto y sin rodeos) corre diciendo “Me voy amigo, que voy a perderlo si no…” y se va trotando a la parada de la vuelta. Lo que forjamos con él es una amistad potente en un momento cuántico y cósmico de nuestras historias y no podemos dimensionarlo del todo la ayuda y compañía que en este momento nos estamos dando. 

 

¿Te acordás de La Spezia?  - vamos a decir, y agregaremos ¿y de Andrea? ¿Y de esa vez que fuimos a Lerici?, en nuestros encuentros lejanos con birra o mate de por medio, con otra edad y con otro mundo.

 

Cuando lo digamos, todo esto ya se habrá convertido en un punto de nuestra historia. Y en alguna foto, y en alguna anécdota en alguna conversación, y en algún cuaderno.

 

Forjar lazos con las personas es algo tan potente que trasciende países, continentes, kilómetros de distancia, que incluso trasciende il tempo y la dimensión. Podemos seguir queriendo a alguien siempre, y recordar y revivir momentos importantísimos de nuestra historia y nuestro crecimiento.

 

Sólo con tal de mirar alrededor en el transporte público podemos observar tantas cosas! 

 

[[ como si me estuviera tomando un bondi en buenos aires, como si estuviera en algún barrio con verde como Recoleta, o recién llegado en un viaje que todavía no inicié//

 

siento el neumático girar debajo del piso y la vibración de la rotación en las suelas de mis zapatos, el amarillo que chilla de los tubos para sostenerse, los edificios grises y las señaléticas de tránsito ;; sonará extraño, pero el bondi me hace sentir en casa. El juego de la percepción, nos acostumbramos al cotidiano -a ese juego conceptual, a ese combo de diégesis, a esas normas del cuerpo- o nos extrañamos del alrededor tal y como si fuera nuevo. 

 

      Al final siempre tiene que ver con la percepción!

 

Hacerme el gracioso en la mesa es uno de los momentos en que tal vez más me emerge ese niño que llevamos dentro. Hacer reír a veces me da el mismo placer que reírme. Y es que ver a las personas salirse de sus estribos, permitirse una salidita del sistema, de lo que corresponde, hasta incluso de la interpretación lógica y literal que estamos sistematizados para repetir, que cuando la gente sale aunque sea un poco es la felicidad de saber que nos reímos de nosotros mismos. Nos reímos de las reglas que seguimos, de los patrones que acatamos, de los roles que jugamos y de los protocolos que heredamos. En el fondo es todo una gran actuación. Y como en el teatro, cuando aparecen esos momentos genuinos, 

 

es una joya preciosa en el medio de la arena, 

    que todo lo cubre, 

    que todo lo tapa.

 

¿Cómo se habla de lo que se percibe si la percepción es tan mágica y tan personal? Cuando un humano se hace una pregunta que un humano anterior nunca se pudo hacer por el simple hecho de que determinado objeto o idea no existían, ¿avanza la humanidad un centímetro? ¿O ciertas preguntas o ideas nos hacen ir para atrás?

 

El otro día, no sé si es una frase conocida o algo que inventó ella, mi vieja me comparó a la vida con un tablero de ludo. “A veces te toca perder un turno, o retroceder cinco casilleros,  a veces avanzás un montón”. Obvio lo dijo jodiendo, pero me causó gracia la metáfora.

 

Y es que me doy cuenta que las metáforas hacen elocuaz al orador y realmente siento que sus discursos son más atractivos. Porque en la tarea de comparar automáticamente una idea con otra, hay una inteligencia que tienen personas especiales para trazar esa asociación hasta entonces impensada. Y los refranes, los chistes de doble sentido, hasta esos dichos tan lindos que son un tanque de oxígeno en la globalización que desculturiza comunidades con tradiciones tan lindas. Son esos recuerdos de las generaciones anteriores y ese guiño cómplice entre personas de una misma comunidad, con mismos códigos. Ni hablar de los insultos, palabras que creamos específicamente para descargar nuestra bronca en el suelo (o en el otro, cuando hacemos daño).

 

Los humanos (además) tenemos la posibilidad de cambiar de mundo en cuestión de minutos, de esos mundos que hay adentro de este mismo. Un colectivo nocturno que me trae en quince minutos de pensamientos a otro lugar, me bajo, camino, me meto en un ascensor gris, entro a un baño, doblo la ropa teniendo un mar de pensamientos y luego aparezco en camisa blanca, pantalón negro y zapatos en un hotel cuatro estrellas al lado del mar Tirreno. En un pestañeo ya no estoy en mi sillón amarillo escuchando música en el departamento de Caballito y estoy sentado en un trabajo anecdótico de solo unos días vestido formalmente, en Italia.

 

Entiéndase que podría estar (en este punto temporal) en una granja neerlandesa cosechando tomates, en un bar español haciéndome ojitos con alguno, en Argentina comiendo una pizza y riéndome (también), o en quién sabe dónde. Entonces, la peculiaridad y extrañeza de cualquier momento es una suma de cosas que “se dieron así”, y por eso aquí estamos. 

 

    “Grande martu! Viniste a este mundo para mostrarnos la vida que tenemos en frente!!”

 

le escribo a mi amiga Martu Rosso casi sin pensarlo, como un mensaje que me baja del cielo y tras la electricidad de estas garras asombrosas escribo sobre litio. Una oración que tenga mundo y vida en la misma idea es un mensaje profundo, supongo. Cuando nos sale de verdad. Esas palabras se nos almacenan en la cabeza y las comprendemos como algo (cada uno como algo diferente, qué mágica es nuestra especie). Algo de haber leído en Ravello Sapiens, de hombres a dioses de Yuval Noah Harari me hace pensar en nuestra especie.

 

     “Mi amigo aventurero!”

 

Internet fue un regalo que nos dieron como especie para poder conectarnos entre nosotros y descubrir el mundo. De ahí a qué uso le demos, un abismo.

 

Al mundo le hace falta un poco de renuncia al conflicto. 

 

14- Este casette lo llamaría "Volver también es parte del viaje". Diario íntimo y reflexiones de índole 'proceso personal'

 

El vínculo entre personas, la amistad y el amor son como un pentagrama. Como el tiempo y la frecuencia. Como malabares. Dos ritmos diferentes pueden coincidir en determinadas notas a pesar de ser diferentes. Una amistad son dos ritmos que se encuentran, que se ponen en la misma fase, que armonizan juntos. A veces, cuando nos alejamos de alguien, quizás simplemente cambió de ritmo y ya no coincidimos más (o no como antes). Por eso, coincidir es mágico y único.

 

Una canción nos puede hacer recordar un momento, tiene impreso un lugar, una persona, una época de nuestra vida. Casi que la playlist la pone Agrono, casi que mi playlist tiene el 95% de temas que escucha Villa Crespo, casi que estar en casa es fácil en este oasis de Agronomía.

 

El año puede empezar y terminar donde nuestros procesos existan (antes de transicionar). Por teléfono, Amil muy sabiamente me dijo: "Para mí el 2023 ya terminó, ahora que llegué a Marruecos para mí es otro año". Y claro, porque su evolución ya transicionó a otro momento. Para nosotros, el año (uno de ellos) arrancó con aquel cumple de Lucre en la plaza y Poetizades, y terminó llorando emocionados en la playa de Mar del Tuyú al lado del muelle. El año de mudarme solo, de la escabiosis, la asistencia de dirección, el sillón, el teatro... Encontrarse con amigos de hace tiempo es como tomarse un vino que ya conocés.

 

La llegada después de ocho meses viajeros, la vuelta como le dicen, tiene su proceso. La vida que tenía acá ya no existe; el Matute de Hortiguera 82 que desayunaba pan con palta y semillas para ir a Recoleta a dar visitas guiadas, o ése que estaba actualizado sobre los eventos under culturales que había, o el que daba y tomaba clases de teatro y chongueaba con chicos de Tinder o de la Warhol. El Matute que se levantaba y hacía lo que quería sin pedirle permiso a nadie, el que cocinaba en ese departamento "E" de Caballito, iba al súper y pagaba el alquiler y las expensas.

 

Y la otra vida, la de hostels, la de la montaña albana y los días como unidades de tiempo-felicidad, de mochileo, de ríos impronunciables, de playas ocultas y banderitas de colores riendo en una cocina... Ésa (ahora mismo) tampoco está. La de conversar en otros idiomas sobre temas interesantes, lejos de la pelotudización de la tele y los medios, lejos de la paranoia colectiva y los problemas de plata. Pero en realidad, soy el mismo Mati que vivió todo eso, y lo llevo conmigo, inevitablemente. Y estoy todo el tiempo conmigo, todo el tiempo de mi vida. 

 

Recordar esto es: QUERERME. Así que tal vez resulte menester bajar el volumen a mi yo-dramático y fluir tanto como quiero. Disfrutar de este tiempo regalado por mí cerca de mi familia, de mis amigos, en el tiempo que ellos quieran que nos encontremos. Mientras tanto, procesar la data y agradecer por todo lo vivido, y planear el piso de mis aventuras del año que viene.

 

Por momentos me siento solo, y es que alejarse 8 meses (y por tiempo indefinido) tiene sus consecuencias. Sé también que lo importante de la soledad es disfrutarla. La gente tiene sus rutinas y no sé tampoco exactamente a quién quiero ver. Probablemente a algún gede manija compinche con ganas de hacer alguna gilada como poner música y hacer collage, o cocinar, o ver una peli, y no esté apurado por echarme. Creo que prefiero meterme en este mar de confunsión y sentimientos a ser infeliz por no intentar vivir una vida que tenga sentido para mí.

 

Buenos Aires sigue alborotada, intensa, la gente de acá para allá en un año que les habrá sido difícil y yo, descolgado, con horarios libres a comienzos de diciembre, como en contramano.

 

¿Cómo nos tratamos a nosotros mismos?

 

Recordar: ¿para qué volví de visita? Para tener tiempo para pensar, para parar un poco de moverme de un lado a otro y organizarme. Entonces, tener tiempo no es un problema. Al contrario, era lo que estaba buscando. No subirme a esa toxicidad del caos colectivo, confiar en mi interior, en lo que aprendí, en lo que experimenté. No estar en piloto automático.

 

   "No me da miedo hacer nada"

 

me dice Berni. Ella volvió a Chile después de año y medio de estar viajando (casi el doble de tiempo que yo), y es verdad. En Jujuy aprendí que es mucho mejor lo que hay que lo que uno quiere que haya. Disfrutar de las oportunidades que hay. El límite siempre es mi imaginación y mi creatividad. Confiar.

 

Si el dinero juega un  papel secundario en mi vida, esto es: lo tengo cuando lo necesito (o construyo formas de conseguir lo que busco sin necesitarlo tanto) pero independiemente de eso no estoy pensando todo el tiempo en él y en cómo tener más de él, sino que no es mi prioridad. Eso hace que la inflación, la economía, los precios (...) no modifiquen tanto mi cotidiano y (por ende) mi vida. Sólo prestarle verdadera atención al juicio o la calificación de las cosas que hace la gente que yo admiro o cuyo estilo de vida me parece digno a imitar. Escuchar con respeto (siempre alguien inesperado me puede sorprender) pero no creerme del todo ni tomarme a pecho todo lo que dicen las personas en su acting o perfo social. TODOS SIEMPRE HABLAN (HABLAMOS) DESDE UN DETERMINADO LUGAR. Por eso, la PERSPECTIVA que nos da cambiar de trabajo, de amigos, de ciudad, de cultura, es fundamental para poder ver las cosas de múltiples puntos de vista, y así, enriquecernos. Como Gissara paseándome por distintas partes del aula para mostrarme cómo la realidad cambia según cómo se la vea.

 

Vivimos en un mundo cambiante (en cambio constante). No demos por hecho todo, porque mañana puede ser diametralmente opuesta nuestra realidad. Disfrutar hoy. Hacer hoy. También verás, hay muchas segundas oportunidades. El mundo como lo conocemos hoy es resultado (entre otras cosas) de personas que se animaron a tomar decisiones valientes, que creyeron y tuvieron esperanza a la hora de accionar. Seamos esos, seamos de los valientes. El mundo es de los valientes.

 

Segunda parte. 

Viernes a la madrugada de amigos en bici, Buenos Aires fresca y amigos rodando por el asfalto, Militantes del Clímax, rapado a los costados, arito o tatuajes y conexión que se traspola a páginas de un libro que casi que se lee solo, los viajes, mi mente, la casa de mi niñez y adolescencia, la rutina que me creo para tener estructura y el enorme paréntesis que empieza a cerrarse y en un mes y pico me aventuro otra vez. Una bici que no aguanta más (la mía), amigas que no están, grupos de pertenencia que me faltan, una vida que ya no existe.

 

El sueño vívido del viaje se ve con otros ojos desde la ciudad que ve marchar, la despedida tendrá otro gusto para quienes se queden en la ciudad que te come. El mundo es grande, mi deseo de crecer, también. Los tatuajes todavía no llegan y me hallo más desnudo habiendo vuelto del mundo con 'alma niño' pero transicionando a 'hombre'. Empezar a creerme lo que hago y saber que tiene valor puede llevarme a la tranquilidad de relacionarme sin vergüenza. Encontrar con quién resonar lleva tiempo, las cosas cambiaron. Disfrutar como me salga de adentro, no meterse en espirales inversos. En realidad, todo está bien. La peli se vive con intensidad en 1ª persona, pero en realidad las cosas pasan y se suceden.

 

Elegir ver la peli de la manera más placentera y gozar de lo efímero de las olas, que se rompen pero se vuelven a formar. Seis pibes de veinti-medios jugando a los penales con musiquita progre, o al truco, o al ninja, en Plaza Mafalda. Volver en bici por la ciclovía de La Pampa. Mis amigos me cuidan.

 

 


De regreso a la aventura y con barba descuidada. Praia do Sul, Ericeira, Portugal.


Día uno en el camino de Santiago. Nos esperan 230 km por delante. Labruge, Camino portugués de la costa


15- Buen camino!


Trece días caminando.
212km según Google Maps.
250km según nuestras cuentas.

Dormir en colchones en el piso, tener frío,
caminar bajo la lluvia constante, sin parar,
pisar barro, putear, sentir el dolor,
cruzar caminos con otros peregrinos,
compartir comidas entre personas de
dieciséis nacionalidades diferentes que
comparten la misma mesa como iguales,
aprender de la gente de setenta años
que camina con más velocidad que nosotros,
aprender a amar conociendo los defectos,
conociendo a Alan en completa desnudez.

Ahondar y desarmar la vida una y mil veces,
para atrás, para adelante,
repensar, deconstruir, descartar, desprenderse,
desestructurar, reflexionar, desaprender, revisar,
confesar,
asumir con honestidad extrema,
recordar, reír, llorar, inspirarse,
disfrutar de lo mínimo,
una ducha caliente, ¡que haya cocina!
una charla franca, un aprendizaje,
un encuentro valioso,
una conversación que te marca,
momentos que aún viven en nuestra piel
y personas que llevamos
con nosotros tatuadas en el alma.

Hablar de teatro, de filosofía, de la muerte,
de la pareja, de una revolución generacional,
de la toxicidad del marketing masturbatorio en redes sociales
(de uno mismo),
de maestros, de abuelos,
de nuestra añorada y lejana infancia,
del paso del tiempo,
de mamá y papá, del sentido de nuestra existencia,
de la fuerza de voluntad,
de peleas personales y búsquedas creativas,
de arte desde las tripas,
de terapias alternativas,
de religión, de amistad, de la huella que las personas
dejan en nosotros,
de viajar como estilo de vida,
del sistema y cómo escapar de él,
de la gente presa de sus trabajos y decisiones condenatorias,
de los límites imaginarios entre países,
de enfrentarse a los problemas,
de la comunidad gay y sus representaciones,
de los roles y etiquetas que nos han adjudicado,
de estafadores en el mundo del teatro,
de política, de escritura, de salir del clóset,
de los cumpleaños, de rascarse donde no pica
y cuestionarlo todo,
de acumulación, de autoexigencia,
de la felicidad, de nuestro ritmo para hacer las cosas,
de agradecimiento y sencillez,
de aceptación.

El camino puede pensarse
como la misma vida,
y nos hacemos sabios,
porque el camino es, en realidad,
con uno mismo y hacia adentro.

Los humanos somos capaces de hacer
muchísimas más cosas de las que creemos poder
(y de las que nos hacen creer poder),
y experiencias de este tipo creo que lo demuestran.

Se trata de expandir constantemente los límites
que nos ponemos a nosotros mismos
y regalarnos tiempo para vivir nuestra vida,
que es nuestra y de nadie más
(y tiempo para pensar cómo queremos vivirla).

¡Buen camino!

 


16- Nube de pensamientos montañosos

 

MIÉRCOLES 24 𖦹 

 

¿Qué hago acá? Ése es el pensamiento recurrente cuando de pronto me encuentro sosteniendo con mis dos manos una bandeja metálica llena de cables que conectan unas hornallas eléctricas, o cuando llevo una carretilla con un andamio desarmado en un garage, rodeado por montañas milenarias como una postal de esas de documental.

 

Decido registrar mi experiencia en una especie de diario con momentos caprichosos que se concatenen sin tanto sentido, tal como me suceden en mi nuevo cotidiano. Viajar de esta manera (permaneciendo algunos meses en cada lugar) es como adoptar vidas de otras personas por momentos, vivirlas con intensidad, y después dejarlas ir. 

 

El otro día no tenía abridor de lata, así que la mejor idea que tuve fue darle golpazos con el culo del cuchillo hasta que me explote en la cara la salsa de tomate, desperdigada por toda la cocina. Las cortinas, la compu, el cuaderno, la mesa, el piso, la pared, la alfombra, mi ropa, todo cubierto en manchas rojas cual si hubiera asesinado a alguien y estuviera recayendo en mí en el medio de la escena del crimen. No conforme con haberlo hecho una vez, después de limpiar todo (y la lata seguía sin abrirse por completo), actué de igual forma una segunda vez, y el mismo resultado. Así de inestable a veces me siento cambiando de cotidiano de cuando en cuando.

 

Cuando no hay nada para hacer, doy vueltas por todo el complejo escondiéndome de quien pudiera imaginar que no estoy haciendo nada (lo cual es un poco cierto); o de quien pudiera descubrir que quizás haya sido una terrible idea contratar a un actor viajero gay hippie para hacer mantenimiento. Pero al fin, estoy acá, ¿no? Haciendo el trabajo de “hombres” (mi barba y mi aspecto desalineado pretenden darme una especie de camuflaje inconfundible para hacer un poquito de physique du rol).

 

A veces siento que mi estado natural deseado es vivir haciendo nada. Pero no me malinterpreten, porque siempre algo voy a estar haciendo algo. Pero algo mío, algún proyecto en común, algo que verdaderamente tenga sentido hacer para mí. Trabajar para alguien que dispone de mi tiempo como su recurso, y que una hoja escrita con birome determine qué horas puedo disfrutar y cuáles no, es algo que me cuesta sobrellevar, dado a que trabajé por mi cuenta durante seis años. Si fuera por mí, estaría viajando a dedo, conociendo pueblos, probando comida nueva, en la playa, yendo a festivales, conociendo gente, pintando, cantando en alguna joda, tomando mate con un desayuno rico en alguna mañana tranquila, cocinando para amigos, nadando por ahí, andando en bici, aprendiendo un idioma nuevo o un instrumento, sin preocuparme demasiado. Hacia allá voy. 

 

Quizás en el sudeste asiático encuentre un bonito spot, donde ser feliz, manteniéndome con poco, dando mis clases de español, y siendo autosuficiente y feliz. Habrá que ir allá y averiguarlo.

 

El italiano me fluye casi sin pensarlo y me contento de haber aprendido bien mi tercera lengua, aunque claro, también podría seguir perfeccionándolo. Trabajo con un señor de sesenta y largos, que me hace acordar a mi abuelo (sus manos de herrero, su pelo gris desprolijo, sus ojos celestes y cómplices medio escondidos entre arrugas rústicas de laburo y suciedad de taller), y hace treinta años que hace todos los días más o menos lo mismo. 

 

Josefina, mi roommate neuquina, me tuvo miedo cuando una noche me caí de la cama y pegué un grito que creí que había sido en mi cabeza, pero aparentemente también lo escucharon los vecinos. Había soñado que caía frente a la rueda de un camión enorme que estaba a punto de arrancar, y les gritaba por favor que no arranquen. Hace poco se descargó Tinder, Jose, y quedó con un argentino que labura de lavapiatti, Santi, que la llevó a un lago, pero “no pasó nada” hasta donde sé.

 

Un señor (uno de los propietarios) muy viejo, con chaleco de aventurero, tras hacerme algunas preguntas sobre mi proveniencia, ríe en complicidad con Franz acerca de mis 25 años. “Te queda toda la vida por vivir, jaja”. “Y 40 años por trabajar”. “Y 40 años de satisfacción” — se debaten entre ellos, ya más cerca del otro lado que de este —.

 

(En italiano.) “Y vos, Matías, ¿de qué trabajabas antes?”. Le respondo que trabajaba en teatro y quedo en evidencia: soy un intruso queriendo llevarme algunos eurillos para viajar por Vietnam. En el fondo lo saben, pero me admiten igual. Este viejo se llama Florencio y a sus 25 años él estaba en Sudáfrica terminando su tesis de Economía. Pienso en Sudáfrica y me dan ganas de ir, también.

 

Mis amigos se vienen para Italia. Parece mentira cuando hablábamos con Marto en diciembre sobre futuros planes inciertos y ahora ya están también en el antiguo continente. Nacho también está viajando a Tel Aviv, Agus en El Bolsón enseñando esquí, Lucre en Paseo La Plaza, y así parece que el movimiento astral atravesó a todo nuestro grupo en diferentes formas. Seguimos creciendo y buscando, cada uno por la suya. Me parece hermoso y deseo verlos pronto. Entretanto, intento confiar en el porvenir y sentir que podremos viajar con Alan por Asia, a pesar de que a veces los papelitos de colores, los pasaportes, permiten e impiden según sangre, porque al final, todo se rige según castas y etnias, no avanzamos mucho en el mundo, todo sigue igual pero más careteado. Entonces debemos accionar según nos convenga, conociendo las reglas del juego y buscando el hueco, el vacío legal, para ser un poquito más libres en toda esta locura existencial. 

 

Cuando encontré una cerveza en una heladera de unos chicos españoles que hicieron check-out, entendí que esta noche rompería mi racha de quince días sin tomar, pero al oscurecer sólo me acompañan mi dolor de gemelos de estar caminando todo el día y mis ganas de tomar un tecito con un pancake de banana, avena y miel, que pega mejor con mi soledad montañosa pareciera, y de fondo mi playlist eterna de folklo-indie (con el leve miedo de que alguien toque la puerta quejándose del volumen y la hora). Internet es una carreta, otro común denominador de mis aventuras en general. Otro ítem de mi aislamiento.

 

Antes de dormir hablo con mi amigo de Holanda y nos reímos de mi trabajo. Le mando muchos emojis de llaves inglesas y me doy cuenta de que con suerte alguna vez agarré una y ahora son parte de mi trabajo. Estoy salvando Italia, básicamente. Italia no se va a arreglar sola, para eso vine. Je. Tomarse con humor la realidad es algo muy sano, pienso, y me duermo.

 

JUEVES 25 𖦹

 

Me robé un módem. Y sí. Lo tenía fichado de hace una semana y lo agarré nomás. Ahora Internet funciona más o menos bien, al menos hasta que se den cuenta. El agua del Lago di Landro hoy se ve un verde esmeralda espectacular con la montaña de fondo que es una auténtica postal. El agua aparenta a estar muy fría y no creo meterme porque quedé con mi hermano para hacer una llamada, después de 5 meses. El día está alucinante y dan ganas de recorrer ocho montañas y bañarse en siete lagos con lo lindo que está después de una seguidilla de días grises.

 

Llego tomándome un helado de chocolate blanco caminando por los senderos de bosque de “mi barrio”, con la camisa que me regaló Martín y mi uno de mis diarios, que compré en Patagonia. Este lago sería como el Lago Puelo de El Bolsón pero en Italia, porque me queda cerca y vengo siempre. Me faltaría el mate, eso sí, lo sufro bastante. 

 

Hago una videollamada con Facu y no entiendo cómo su barba de hermano menor se sale de la pantalla, y su voz bajó un semitono. Indio sigue con su cara de loco y sus ojos desorbitados sentándose en el sillón que ya se adueñó, ignorando todos los intentos de orden que quisieron impedirlo. Verlo me da entre ternura y tristeza de no poder tocarlo, y que él tampoco llegue nunca a saber que estoy del otro lado de la pantalla y por qué alguna vez me fui (si es que me recuerda). Momentos que uno deja y momentos que uno extraña.

 

VIERNES 26 𖦹

 

La rutina viajera es cambiante y sorprende, eso reconfirmé cuando Dani, mi compa argentino, me pasaba una jarrita metálica con Fernet, invitándome a la mesa a comer una carne a la parrilla en mi horario de trabajo. Y fue un día tranqui. Sigo mentalizado en mi viaje por Asia e investigo sobre Vietnam con lujo de detalles, me adentro, averiguo, busco, quiero salirme de la ruta principal y llenar de nombres con símbolos raros mi cuaderno.

 

Hoy arreglé una ducha que se caía cambiando una pieza yo solo, consolé a mi novio con su trabajo con pago precario en Albania por horas y di tres clases de español. ¿Muy aburrido? Puede ser. No todos los días son extraordinarios en la nebulosa instagramera que pretende que los travelers seamos una novela de aventuras 24/7. Mi novio está en el país de al lado, cruzando el Adriático, pero no puede venir porque su pasaporte es de otro color. El mundo y sus reglas, que están hechas para dividirnos.

 

SÁBADO 27 𖦹

 

“La verdadera vida del viajero”.

Soñé con un brujo un poco extraño, que en una casa del árbol nos enseñaba una especie de experiencia surreal;  puso en mi mano una bolsa pequeña de papel madera con movimiento. Cuando miré mejor, estaba llena de lombrices que asomaban sus cabezas cual víboras deseosas de escapar, y entre ellas, algún insecto que me daba impresión. Fuimos a una sala pequeña (era una casa del árbol de varios ambientes), y me sentó frente a una pantalla de azúcar. Cuando lancé las lombrices a la pantalla, a medida que comían ese azúcar, la pantalla iba teniendo destellos de diferentes colores psicodélicos que, al verlos de cerca, era como estar drogado sin haber consumido nada. Después, me mostraba unos muñequitos conformados por bolitas de metal muy pequeñas como en suspensión en el aire, que eran pequeños bailarines danzando.

 

Extasiado, cuando quería contarle a mis amigos, que estaban jugando en una mesa, lo que había pasado, no parecían estar interesados, y buscando información al respecto en Internet, o la película que había vivido, estaba bloqueado de todos lados.

 

La verdadera vida del viajero es levantarse a las 7 de la mañana porque no hay más comida en la heladera, tomarse un bus que pasa cada dos horas con suerte, para volver cargado de bolsas y haber dejado un riñón en el súper. O estar haciendo trabajos impensados por el solo hecho de extender el itinerario de corazón y seguir viajando por tiempo completo. O hacer dedo al costado de la ruta con la esperanza de que alguien te lleve, inventar recetas casi sin ingredientes, disfrutar también de los golpes de suerte y darse buenos gustos para cargar nafta y disfrutar, encogerse alrededor de mochilas y bolsas e intentar conciliar el sueño en un Flixbus, jamás elegir asiento en las aerolíneas low coast. O bien hablar en tres idiomas de caradura en una mesa larga llena de gente para que todos se sientan incluidos, contar chistes en otra lengua, investigar y perderse en historias en blogs de viajeros que ya fueron a destinos anhelados, mentir en los formularios cuando te preguntan por tu “dirección” (ya que pocos entenderían que no vivís en ningún lado, o en todos lados); vivir al día y no saber qué pasará la semana que viene. Ser deportista de montaña y caminar lo que haga falta dejándose atravesar por el paisaje, usar los sobrecitos de shampoo que vienen de arriba, elegir qué dejar atrás y achicarse cada vez más, intentar ver lo bueno constantemente y a la queja, también, dejarla atrás. Adaptarse a hábitos y costumbres ajenas por períodos pasajeros, encariñarse con los lugares que nos hacen de hogar temporal, acostumbrarse a tu familia virtual que cabe en un cuadradito pixelado. Seguir las historias de viajeros que conociste en el camino, y alentarlos desde lejos, sin saber cuándo nos volveremos a cruzar. Soñar cualquier cosa, dormir en cualquier lado, adaptarse, adaptarse, adaptarse, constantemente. Ejercitar la paciencia, auto-conocerse, fluir con el tiempo y extenderlo de maneras inimaginadas.

 

¿Pudiera un manutentor tener su blog de viajes? Sí, y también pudiera ser muchas cosas más en el mundo de las particularidades y la singularidad.

 

Esto escribo mientras llevo un carrito lleno de basura, la basura de los ricos. Porque esto también es parte de ellos, entonces lo hago bien lento para que lo vean, es la basura que ellos hacen, que la tiran otros, la esconden otros, como si no existiera. Soy el cartonero en el mundo de ricos.

 

No sería la primera vez que (nos) confunden con vagabundos. Érase una vez, décimo día del Camino de Santiago, con Alan aparentemente no teníamos buena pinta. Había llovido durante tres días seguidos, dormíamos en camas poco cómodas sin sábanas, en albergues multitudinarios, sin cocina. La barba de semanas nos delataba, bolsas de supermercado rotas con objetos protegidos del agua y un sánguche de pasta, muy falopa, era nuestro almuerzo en una plaza gris llena de palomas. Una señora se nos acercó y nos comentó que a la vuelta estaban regalando comida, ¡que aprovecháramos! Nos miramos con Alan y supimos que no teníamos tantas diferencias con alguna persona viviendo en la plaza. Tampoco sería raro que unos días después durmiera en un banco de plaza con Alan vigilando en la madrugada de Bilbao.

 

// Sábado a la noche, estoy por terminar mi turno, el atardecer se percibe pero solo se ven los tonos azulados en el cielo, porque estamos en el medio de la montaña. Una familia coreana se reúne alrededor de la mesa afuera disfrutando del clima agradable a comer (la comida como encuentro, como celebración y disfrute); otros amigos, italianos, encienden un fueguito alrededor de la parrilla con la montaña de fondo. Me toca ir al magazzino y llevar un abridor de vino nuevo porque una pareja de sesentones va a disfrutar de una rica cena. Otros chicos reunidos jugando a las cartas alrededor de una mesita, en un livingcito. Y así, yo, cansado de la jornada, fantaseo con la carbonara que me voy a preparar y el vino en caja que quizás también abra para cerrar este día, y celebrar yo también, este gran viaje.

 

DOMINGO 28 𖦹

 

Son las ocho y cuarto de la mañana y escucho un audio de Ori con el solcito pegándome en la cara, como parte complementaria del desayuno; no hay mucho para hacer en el trabajo pareciera. La montaña en frente mío y el cielo despejado, celeste, sin nubes. La temperatura agradable.

 

¿Cuánto tiempo está dispuesta a esperar nuestra generación para lograr un objetivo? ¿Cuánto tiempo estamos dispuestos a sostener una rutina sin abandonar, sin creer demasiado pronto que no va a funcionar, que no está funcionando?

 

Miro las piedritas al pisar e imagino estar viendo desde arriba galaxias completas que recorro en mi andar sin percatarme de que todo a mi alrededor es vida, y todo a mi alrededor (también yo) estamos compuestos de la misma esencia que la eternidad.

 

Mi corazón se acelera un poco al percatarme de que estoy absolutamente solo en la montaña, y solo se escuchan algunos pájaros perdidos y el ruido constante del viento. ¿Sigo? ¿Y si me aparece algún animal?

 

El 01 de octubre de 2020 me atropelló una camioneta. Andando en bici, crucé mal, un error, y chau. Y desde ahí supe que mi vida podría terminar en cualquier momento. De hecho, hay muchísimas más chances de que me aplaste un auto a que me aparezca un oso. Usar la lógica ayuda para la mayoría de veces que tenemos miedo, más aun si tenemos muy en claro que el miedo siempre está en nuestra mente (aunque a veces, claro, nos proteja de posibles eventos desafortunados).

 

Ojalá recordásemos más a menudo que podemos morirnos en cualquier momento; tanto más sentido le encontraríamos a hacer algo grande y que nos satisfaga con el regalo de nuestra vida (nuestra, y de nadie más).

 

Mi remera está empapada de sudor pero sigo, y más subo y más me se perciben la enorme cadena montañosa que nos come con su enormidad, sin hacer alarde, majestuosísima, rodeándonos.

 

A pesar del cansancio físico, pienso en los viajeros en bici que me inspiran (cuyos blogs leí, y entrevistas, escuché) y decido continuar y hacer el esfuerzo. Como si la naturaleza supiera, encuentro una cascadita de agua fresca y corriente, de la cual me sirvo y con la que lavo mi cara. El senderismo ayuda a ejercitar la paciencia y la perseverancia.

 

Me cargo energéticamente con la fuerza milenaria de las montañas.

 

Luego de un bosque frondoso, salgo a un claro donde veo finalmente la postal de este camino; y me entra un no-sé-qué que me hace saber que voy a llorar.

 

Me emociono y lloro durante un rato, en un paraíso. La montaña todo a mi alrededor en un prado en las alturas, yo solo con la brisa del viento y semejante espectáculo frente a mí. Me siento afortunado. Me siento dichoso de estar vivo, y les estoy agradecido a mis viejos, y también agradezco a mis abuelos.

 

Cuando muramos, ¿pasaremos otra vez a ser parte del todo? 

 

LUNES 29 𖦹

 

En el camino voy tomando cositas de otros viajeros, y así hoy me preparo una tortilla con champiñones, tomate y huevo de desayuno (aunque no me quedó tan prolija como a Stefi). Y en la mochila metí el tupper con el risotto que me enseñó a hacer Julia (pero lo de llevar tupper a lugares, eso lo aprendí de mi buen compañero entrerriano, Amilcar).

 

¿Ustedes también con alguna canción que les gusta mucho cierran los ojos e imaginan estar cantándola en vivo con la banda?

 

Confieso que la marea de turistas (de la cual a veces también formo parte) nunca es atractiva. Pero es una paradoja de la que no se puede escapar (es decir, ellos al final son un poco como yo, y también quieren conocer). Pero sí aumenta el deseo de caminar siempre por senderos y pueblos más desconocidos.

 

El timing es eso que hizo que mande el mensaje el día justo, para contactarme con Josefina y estar hoy nadando en este lago espectacular. De haber mandado el mensaje antes o después, la coincidencia no hubiera sucedido. El timing es eso que me hizo salir a bailar aquella noche, casi sin ánimos de ir, y en la pista llena de chicos, conocer a Alan, mi en-ese-entonces futuro novio. Son esos hechos que se dan de manera curiosa, casi inexplicable, y hacen que las cosas se den, y fluyan, sin más. Escribo ahora en mi refugio pequeño, en una humilde piedra que me hace de asiento mientras salgo a nadar cuando tengo calor y el solcito después de comer me dan ganitas de siesta. 

 

Para mí el lago es comer algo al ladito, nadar un rato, disfrutar de meterse y embarrarse. Las canoas de madera que ponen son muy pitucas pero es pura gilada.

 

MARTES 30 𖦹

 

Puedo habitar emociones muy puras de emoción, y llorar en la cima de la montaña, y puedo enojarme muy rápidamente con mi novio por teléfono también.

 

A veces miro algunos posteos de mi Instagram con mucha nostalgia y redescubro la hermosa vida que tenía en Buenos Aires y a mis amigos a quien tanto les estoy agradecido, les extraño y amo. Y quisiera tener 20 horas donde el mundo se detuviera para poder hacer a mis anchas todos mis hobbies. A veces me cuesta encontrar el tiempo para las cosas. Procrastino como un campeón el seguir metiéndole al blog, pero intuyo que simplemente dejo que fluya a su tiempo.

 

Quisiera ser más disciplinado conmigo mismo, y quisiera darle mayor importancia a esas cosas que tal vez productivamente hoy no me generan un ingreso pero sí le hacen un crecimiento a mi camino espiritual, artístico y de realización personal. Cantar, tener una banda, aprender un instrumento, otro idioma, escribir, hacer collage, hacer por capricho. A veces creo que lo hago bastante, y otras veces sé que quisiera hacerlo muchísimo, muchísimo más. O llamar a mis amigos que es algo que siempre cuelgo, qué vergüenza. Voy a ordenar un poco el quilombo en la cocina así se ordenan mis ideas.

 

En Italia me la paso rayando parmesano.

 

MIÉRCOLES 31 𖦹

 

Hoy finalmente pudimos hacer una videollamada con Alon, después de medio año sin estar mucho en contacto. Se sintió como siempre. Tenía miedo de que tanto tiempo nos hubiera alejado, pero tan sólo empezar a hablar que es como si nos hubiéramos visto ayer, qué locura. Cuando hablo con él, me doy cuenta del sacrificio verdadero de haber dejado Buenos Aires.

 

No sólo por la gran ciudad cultural y todo lo que allí sucede (aun con sus caóticos devenires de paranoia colectiva que son muy nocivos), sino por mis amigos. Podría escribir un libro (de varios tomos) sobre toda la cantidad de anécdotas que hemos ido coleccionando con los años, que serán escenario de enormes risas en futuras juntadas de vino y comida, o festival, o un simple té o mate (porque no se necesita más). Qué antiguo que estuvo lo de los tomos, jaja. Sí, los amigos es lo más duro de dejar atrás, o mejor dicho, de no frecuentar por un tiempo indefinido. 

 

Otra vez cocino risotto mientras escribo, o escribo mientras cocino, como se lo quiera ver, tarde, evitando que suene la alarma de todo el hotel como la otra vez. Y esperando también que mi compañera no se ofenda por cocinar casi a medianoche y que el monoambiente huela a ajo, champiñones y manteca.

 

La verdad este risotto me sale espectacular. Tengo que aprender a hacer otros.

 

Decía… los amigos, eso es lo que se extraña. ¿La familia? Sí, también. Pero los que te entienden, tus pares, con quienes construías identidad grupal, una mirada de ver el mundo, una dinámica para decodificarlo, esas sutilezas que te hacen sentir en manada, eso, eso, es a lo que se renuncia por un tiempo, para encontrar otra manada de viajeros esporádicos con quienes te hermanás porque, claro, ellos también han renunciado a lo mismo.

 

Alon me habla de rodajes, de teaser, de radio, de entrevistas y móviles, de festivales y marchas, de fiestas, de redacción, y cine, de actores, de bicis, de gente que se junta para hacer cosas. Pero también me habla de preocupación general, de angustia, de encierro, de poca plata, de injusticia, de caos y de hostilidad. En este caso, esta vez, estoy muy motorizado con mi meta, que no deseo volver a visitar todavía. Quiero seguir adentrándome en el mundo de los viajes. 

 

De lo que estamos seguros es que todo cambia de maneras inimaginables, y lo que podían ser dos amigos cursando actuación en la facultad y saliendo los fines de semana, puede transformarse en una pandemia de encierro y radio online con artistas invitados, a entrevistas de teatro y producción de eventos, o un paseo en la cordillera de los Andes, u océano de distancia, dos pantallas, un manutentor italiano y un guionista-productor de una revista cultural hablando de recuerdos y de futuro como si eso, ese vínculo, hubiera sido resistente a toda la vorágine de cambios frenéticos que experimentamos. Eso que perdura, es la amistad.


17- De despedidas

 

Te toqué, tantas veces. Cientos de miles, millones de veces. Te metí la mano hasta el fondo, buscando algo que me sirviera. Te amarré, te apreté, te cerré y te escondí. Te llevé conmigo a casi todos lados. Te metí mucho de mí; te abrí, te vacié y te llené a diario. Te revoleé arriba de la cama, te dejé tirada. Te abracé cuando había mucha gente, te revisé y te verifiqué compulsivamente. Te usé durante cinco años. Estuviste en casa de mis amigos, en ensayos, en el bondi escuchando música. Te tironeé, te ajusté, te estrujé y te ensucié. Te rompí y te arreglé, varias veces. Me olvidé de vos, hasta que te volví a necesitar. Te metí cosas importantes. Te acaricié. Te llevé a casa de mi novio, de mi ex.

Y yo pueda culpar y juzgar y perdonar...
Acompañaste mi paso, mis corridas eufóricas por Avenida Rivadavia.
Me desprendí de vos y de estos párrafos. Y te grité.

Soy tan condenado que no puedo salir del rumbo del texto. Te pedí una llave, abrí, y te dejé, una vez más, hasta después. Sos mi transporte, mi cónfide, mi cónyuge, mi confite, mi caparazón, abre y cierra, abrre cierra, como un acordeón en una serpiente, de noches de sudor y pensamientos que se traicionan y se copian así mismos sin parar.

Con tus dos tiras, tu manija, y ese espaldar empapado, que es el queso de Güerrín que chorrea en catarata de transpiración hasta que llegás a un prado de paz y pausa, pero ya estás sucia, vieja y usada.

Tenés agujeros, me hacés quedar mal. Sos linda, pero estás como triste. No das más. Te doy la mano y te llevo sólo de un lado, no te exijo, ni te cargo demasiado. Voy ligero, sin más.

Un día, paseando, me encuentro con otra, negra, pulcra, simple. Siento que es hora de cambiar. No te merecías eso.

La música sube formando nubes que cubren las palabras. Voy paseando en mi soledad elegida por calles ajenas, lejanas, con vos, una vez más, al momento de tu reemplazo.

Tenemos nuestro ciclo, nuestra etapa fértil, y después se pasa. Es vital saber aprovecharlo. Perdoname.

¿Qué querías que hiciera?

Acumulo, acumulo y montañas de materia se acumulan, se apilan, se amontonan, se entremezclan testigos de un pasado que ocuparía más lugar si lo  simbólico fuera carne.

¿Qué querías que hiciera?

Te lloré, por dentro, super que no te podía llevar más conmigo. Y ahí te dejé.
En un armario con código de un hostel para que hagas feliz a algún otro que te quisiera.
Perdoname.

¿Qué querías que hiciera?

¿Será que alguien te usa hoy, así como tanto te gustaba que yo te use? ¿Qué te pone? ¿Con qué te llena? ¿Cómo te trata? ¿Dónde vivís?

Si nos viéramos de vuelta, te besaría. Sin dudarlo. Como en una danza en la ducha, un abrazo en el cielo de lo que ya no existe.

Mil caminos posibles tengo en las manos.
En todos estamos bailando.
Te acaricio y te toco sólo para recordar y decir:

Ah! Así era como besabas.
Así sabías. Así mirabas...

La vida es una gran danza de cosas que pasan y difícilmente regresan; a lo más, para una vueltita, para otro cuartetazo, para un pucho afuera, y ya está.

La vida se pasa entre canción y canción, y cambiamos de pareja, de ropa, de ojos, de lengua, y algún CPU sigue ahí prendido tratando de entender de qué se trata el baile. Y qué carajo importa. Sólo hay que bailar.

Como un ventilador que nos lanza todo, vamos coqueteando con quien se nos acerque, y nos tomamos un café, un vino, un mate (según la persona), nos reímos hasta que se nos caen todos los dientes, lloramos, y acomodamos las emociones como ropa enquilombada en el placard.

Y cada tanto, ordenamos...

Pedimos pizza los sábados a la noche, nos mandamos cagadas, intentamos arreglarlas. Sentimos miedo, culpa, estrés. Y después tiramos alguna verdad y seguimos bailando.

La bocanada de conversación se hará hilo si te volviera a ver, y te llevaría de picnic a algún lugar bonito, o de viaje.

¿Dónde irías conmigo si tuviéramos un encuentro secreto (sin que nadie lo supiera)?

Nado buscándonos, respiro y cuento hasta siete (mi número de la suerte).

Naciste para moverte, acá y allá, sos transferible, transportable, transitable, transmutable, motorista, libre, independiente, inalámbrico. Naciste para llevar cargas livianas, para volar. ¿Qué hubieras hecho vos en mi lugar?

Volvimos acelerados a las 4am, éramos los mismos 5, más uno. Un brasilero que chapaba bien, y mi amigo haciendo fideos para todos mientras tocábamos el uquelele.

Te bajaste conmigo en la quebrada de Humahuaca y casi se nos sale el corazón cuando tu compañera se quedó accidentalmente en un micro camino a Bolivia. Te confié mis cuadernos, saltaste en pogos, estuviste en cenas de humo flotante y risas de madrugada. Te tiré en teatros y en aviones, en parques, en camas, en trenes que iban a Quilmes y micros que hacían curvas entre lagos. Siempre que busqué, me dabas lo que quería.

Te cuidé de que cualquiera te secuestre. Te compartí en cosas ajenas. Te quise y te acompañé por mucho tiempo. Hoy te escribo estas letras en tu memoria, a modo de homenaje, y con él, los años de vida que atravesamos juntos.

"🇲​🇮​ 🇻​🇮​🇦​🇯​🇪​ 🇭​🇺​🇪​🇱​🇪​ 🇦​ 🇹​🇮​". 🇦​🇱​🇦​🇿​🇳​🇪​


18- Los perros de mi mamá

 

En mi inocente infancia, la percepción de mis padres es la de héroes. Una casa de adoquines en un pasaje, ambiente bohemio y música alegre, ése fue mi refugio durante la primera parte de mi vida. El sol entrando, la enredadera, mi pieza colorida y un peludo colorado enorme que hacía competencia. No existía más que eso, mis viejos siempre estaban bien, los problemas no existían —es que yo, no concebía nada de eso—. Casi como si estuviera hablando de algo tan lejano, tan perfecto, tan diáfano, que es como si hablara de alguien más. De alguien chiquito, curioso, indefenso y amado. Ese regalo único e inigualable de la niñez.

Esa noche de mayo, mi mamá, atravesada por un palo en el pecho, se desgarraba por el pasillo largo que unía la puerta de la calle con el living, hablando por teléfono entre lamentos, escondiéndose en su habitación para no alarmarme, y yo percibía por primera vez el dolor más profundo que daba fin a mi niñez. Ese aire de punto final, el silencio eterno de 'ya no hay nada que hacer'. Esas lágrimas eran para Napoleón.

Para mi mamá, los perros son hijos. Y la pérdida de un hijo se siente (imagino) como si alguien te extirpara una parte del cuerpo. Una parte de vos. Y con ella, termina una etapa de tu vida que nunca más vas a recuperar. Fue también, ese momento, la primera vez que experimenté la muerte de cerca. La sensación de que ese cuerpo ya no tiene el factor vital. Es, pero ya no es. Era. ¿Y a dónde se fue eso que 'era'? "Pero ya no me va a chumbar, ¿no?", le pregunté a papá mientras me despedía de él en el baúl del auto.

 

Me pregunto ahora cómo habrá sido ese viaje de regreso, oscuro, solo, para mi papá. Portando las malas noticias. Cómo es un cuerpo poseído por la tristeza.

Mi mamá no pierde el tiempo y pronto adoptamos a Lenny. Vomitó en su primer viaje en auto cuando lo trajimos a casa, estaba asustado y era muy chiquito. Casi tan chiquito como yo. Era un peluchito rubio que entraba en las pistas de autos que hacía en el piso. Lenny nos vio crecer, a mí y a mi hermano, nos mudamos con él, nos fuimos de vacaciones varias veces. Fanático de la manzana, curioso y torpe, cuando se subía a la silla a manguear comida, tiraba la nuca para atrás y hacía su numerito de circo. Era encantador, intenso, inteligente, enérgico, y por sobre todas las cosas, bueno. Era bueno, sí. Me acompañó en todo el colegio, y en la facultad, incluso. Vio mis primeros vellos faciales aparecer, tímidos, en mi cara; vio mi voz cambiar, vio las arrugas de mi mamá y la altura de mi hermano. Las peleas en casa, los debates, las carcajadas a la madrugada. Me vio llegar con el auto, elegir qué quería estudiar, pegarle a la almohada y hasta nos vio encerrados en una pandemia, hasta que ya no dio más.

Los perros marcan el paso del tiempo, y también lo detienen. Lo hacen más valioso, como los amigos, como las buenas compañías. Yo los amo por añadidura, porque le sacan el brillo en los ojos a mi mamá. La acompañan. Y ella sigue teniendo a quien cuidar. A quien retar. A quien alimentar. A quien enseñar.

Y sí, por algún motivo tardé en encariñarme, no comprendí durante mucho tiempo. Ahora lo primero que espero es que Indio me salte cuando voy a visitar, que me llene de pelos y de besos en su desafore de alegría, porque esa misma alegría

                                    es la de mi mamá.


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